Reflexión agustiniana

Escrito el 31/07/2021
Agustinos


Fraternidad - Comunión de vida

Cuando Agustín de Hipona proyecta llevar adelante el ideal de la comunidad que Lucas presenta en los Hechos de los Apóstoles 4, 32-35, formada por grupos de cristianos que intentan vivir el Evangelio en su más genuina radicalidad, se encuentra de entrada ya con un conjunto de presupuestos de vivencia en común, no solo de tipo exclusivamente cristiano, sino también decididamente humano. Conocía las escuelas filosóficas y sabía que unos y otros sólo consiguen ir realizando su ideal de “ocio filosófico”, viviendo en común y de lo común, cercanos al maestro que es quien anima dichos grupos. Por otra parte, no es tan ajeno al sentido de Iglesia y de práctica comunitaria eclesial. A través de su testimonio personal sabemos que en la infancia frecuentaba la iglesia con su madre Mónica y sabe del significado de una fraternidad eclesial, al menos por la práctica de las reuniones litúrgicas. Cuando después de su ajetreada vida de juventud, pasando por múltiples experiencias ideológicas(escepticismo y neoplatonismo) y pseudo religiosas (maniqueismo) y al contacto con Ambrosio se familiariza con la Católica, como la suele llamar él, entonces se da cuenta de que aquél ideal fracasado, que nos narra en las Confesiones, motivado sin duda por la lectura del Hortensio de Cicerón y la praxis de las escuelas filosóficas, era posible realizarlo tras su conversión a una forma de vida de dedicación total a la causa de Dios y del Evangelio:

 “Por otra parte, un grupo numeroso de amigos teníamos pensado, después de comentar las azarosas contrariedades de la vida humana, vivir en un ocio tranquilo, apartados de la masa. Ya casi lo teníamos decidido. Este ocio lo habíamos programado de la manera siguiente: todos nuestros bienes los pondríamos en común, formando un patrimonio único, de modo que, en virtud de la sinceridad que supone la amistad leal, no hubiera cosas de éste ni cosas de aquél, sino que todo fuera de todos y de cada uno...” (Confesiones 6, 14, 24)

El contacto frecuente con el obispo de Milán le ha ido abriendo su interior a una mejor comprensión de lo que significa el misterio cristiano de salvación y el alcance de la vivencia del mismo en la vida de cada día. Especialmente le ha introducido en la dinámica de la significación del sentido de la creación de Dios, como primer momento y don del creador a su criatura y del sentido de la realidad divina que, saliendo de su anonimato, llega al mundo y al hombre, dejando impresa su imagen en aquél que puede llegar a relacionarse con Él y con los otros humanos. Y se llega a dar cuenta de que es posible realizar proyectos de vida en común basados en la fraternidad universal, en esa gran casa de los hijos de Dios que es la Iglesia, como continuadora de la obra de Cristo y de la acción de su Espíritu.

Tomado de : MORÁN FERNÁNDEZ, C., Comunidad y Fraternidad. Colección Espiritualidad Agustiniana. FAE