Domingo con San Agustín

Escrito el 05/09/2021
Agustinos


 

Domingo XXIII T.O. 5 de septiembre de 2021

Marcos 7, 31-37

Cristo, liberador del hombre que hace oír a los sordos y hablar a los mudos

En este domingo vemos como Jesús estando con sus discípulos cura un ciego que casi no podía hablar. Con este gesto hace posible que pueda oír y hablar, y poder encontrarse con su creador. Le liberó de su esclavitud para hacer libre.

“Así, pues, el que se hizo para nosotros camino no quiso tener todas aquellas cosas que los hombres apetecían aquí como algo grande. No las quiso tener, aun teniendo todo, aquel de quien era el cielo y la tierra, aquel por quien fue hecho el cielo y la tierra, a quien servían los ángeles en los cielos y por encima de los cielos, el que expulsaba los demonios, ahuyentaba las fiebres, abría los oídos de los sordos y los ojos de los ciegos, calmaba el viento y las tempestades en el mar, el que resucitaba a los muertos. El que tuvo tanto poder, lo tenía sobre aquel a quien él hizo. El Creador del hombre estuvo sometido al hombre, porque apareció como hombre, siendo liberador del hombre. Estuvo sometido al hombre, pero en forma de hombre; ocultando la divinidad y manifestando la humanidad, despreciado como hombre y descubierto como Dios. Y no lo hubieran descubierto como Dios, si no le hubieran despreciado antes. No quiso manifestarte el título de gloria sin enseñarte antes la humildad.”

Sermón 20 A, 4.

Y con la posibilidad de oír y hablar, esta persona alaba a Dios, aunque le hubiese pedido que no dijera nada. Pero ¿quién puede callar cuando le han concedido un gran don?, ¿cuándo puede alabar a su Creador? A pesar de nuestra pequeñez, Dios nos anima a poder buscarle y alabarle porque le sentimos muy dentro de nosotros.

“Grande eres, Señor, y muy digno de alabanza; grande tu poder, y tu sabiduría no tiene medida. Y pretende alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación; precisamente el hombre, que, revestido de su mortalidad, lleva consigo el testimonio de su pecado y el testimonio de que resistes a los soberbios. Con todo, quiere alabarte el hombre, pequeña parte de tu creación. Tú mismo le estimulas a ello, haciendo que se deleite en alabarte, porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti.”

Confesiones I,1.