Historia y personajes

Escrito el 04/08/2022
Agustinos


P. Ignacio Monasterio

El P. Ignacio Monasterio nació en el pueblo asturiano de Ceceda el 23 de julio de 1863 y a los quince años entró en el noviciado de los padres agustinos de Valladolid, profesando el día de la Natividad de Nuestra Señora del año siguiente. Comenzó los estudios de Filosofía y Teología en Valladolid, los continuó en La Vid y los completó en el monasterio de El Escorial. El 18 de septiembre de 1886 recibió el orden del presbiterado  en Madrid de manos del obispo D. Ciriaco M. Sancha y Hervás.

Su primer destino fue auxiliar de la Biblioteca de El Escorial, permaneciendo en ese trabajo dos años, hasta que en 1888 es destinado a Valladolid para impartir Filosofía y después en La Vid. Fue destinado a Filipinas, llegando a las islas en noviembre de 1891 y allí le tocó sufrir las penalidades de la revolución filipina y la toma de Manila por las tropas americanas en 1898. La Provincia de Filipinas le encargó que buscara un lugar o refugio en Macao para los religiosos que se vieran obligados a salir de las islas. Estando en Macao se le ordenó que se trasladara a Perú al frente de un grupo de agustinos como Vicario, una vez que llegó el encargo de restaurar la Provincia de Perú.

El P. Monasterio llegó con un grupo de agustinos en diciembre de 1899 a Cuzco y se les encargó de renovar el seminario Muy pronto recibieron el ofrecimiento del obispo de Ayacucho para hacerse cargo del seminario de esa diócesis. Allí trabajaran algunos agustinos desde 1903 a 1908, siendo muy alabada su labor por las autoridades eclesiásticas y civiles. El tercer campo de trabajo fue Lima y uno de los objetivos que se fijó el P. Monasterio fue crear un colegio en la capital, que pronto fue admirado por los estamentos de la ciudad y la prensa de local. En 1905 viajó a Manila para asistir al capítulo provincial y a su vuelta emprendió la labor de crear un nuevo colegio en Chosica, que sirviera para descansar a los religiosos del clima húmedo de la capital. La construcción comenzó en 1904 y en poco tiempo estuvo terminado y se convertirá en el segundo centro educativo de los agustinos.

Un trabajo arduo y costoso fue la restauración de la iglesia del gran convento de San Agustín. Comenta el mismo P. Monasterio que “después de unos años de incesante trabajo y con los escasos recursos, pudo el convento de San Agustín dar cima a una obra predilecta, la restauración de su antiguo templo, arruinado por la acción del tiempo y la incuria de los hombres”. Por fin en 1908 se completa esta primera restauración al menos en los aspectos más importantes, que recibió las máximas alabanzas de la prensa local, extensiva a la recuperación de la orden agustiniana en Perú.

Cuando salió para España en 1909 residían en Perú 45 agustinos, con el P. Monasterio como Comisario General y Vicario Provincial a la cabeza. Ese año volvió a la península para asistir al capítulo provincial, en el que fue nombrado definidor, residiendo en Madrid y ejerciendo de censor de la revista “España y América” y colaborando con las otras revistas agustinas. En 1914 es destinado al colegio que se había abierto en Llanes, en Asturias, permaneciendo allí tres años, hasta que fue nombrado director del colegio Cántabro, en Santander en 1917. Este era un centro educativo modélico en España que fue encargado de dirigir a los agustinos. En 1922 fue nombrado definidor y poco después Comisario en España. Después de una vida activa y ajetreada fue destinado a Valladolid en 1932 ya enfermo y muy debilitado y casi ciego. Murió el 4 de febrero de 1944

Hasta aquí la biografía de un hombre activo y pionero en tantos lugares, pero el P. Monasterio también sacó tiempo para dejarnos obras de investigación muy valiosas. Ya en Filipinas preparó la publicación del volumen sexto de las obras de Santo Tomás de Villanueva y comenzó a colaborar en las revistas agustinianas. Inició estudios críticos sobre el P. Maestro Juan Márquez y llevó a cabo un estudio completo de este teólogo y escritor agustino, catedrático y prior en Salamanca y predicador real. También escribió una biografía del asturiano y provincial P José Corujedo, que promovió la publicación de la Flora de Filipinas y apoyó al P. Manuel Díez González en el nuevo “Plan de Estudios” que transformó la formación intelectual de Valladolid.

La obra más importante que escribió el P. Monasterio lleva por título “Místicos Agustinos Españoles”, que se publicó en sucesivos capítulos hasta completar dos volúmenes y que sigue teniendo vigencia hasta nuestros días. En la introducción hace una referencia a los escritores y místicos agustinos de otros países. Dedica un capítulo entero a Santo Tomás de Villanueva y otro a Fr. Luis de León. Los dos tomos de que consta son una magnífica síntesis de la literatura mística agustiniana. Durante su estancia en Perú envío numerosos artículos en revistas y periódicos, así como en la revista “España y América”, sobre la presencia de los agustinos en Perú, destacando la memoria “Recuerdo de la inauguración del templo de San Agustín de Lima”. También escribió “Glorias del episcopado peruano”, dedicado a los obispos agustinos en Perú.

El P. Ignacio Monasterio fue pionero de obras al frente de los agustinos que salieron de Filipinas y se trasladaron a América. Aceptó con humildad los cargos de responsabilidad para los que fue elegido y, además, escribió obras y artículos con muy alta competencia sobre personajes relevantes de la historia agustiniana.

 Fr. Ricardo Paniagua