"Los problemas de la inteligencia"
Continuamos conociendo la vida de San Agustín, a quien hemos dejado la vez pasada con un gran dolor en el corazón. Ha abandonado a la compañera con la que ha vivido durante catorce años y con la que tiene un hijo en común, Adeodato, quien se queda a vivir con Agustín.
En estos momentos de su existencia no solo le atormenta a Agustín las vacilaciones que tiene sobre su vida personal, sino también las dudas que se ciernen en su mundo intelectual. Así, entre las muchas preguntas que se hace el santo tiene dos muy importantes: ¿cómo es Dios?, ¿cuál es el origen del mal?
Por fortuna para él cayeron en sus manos algunos libros de filósofos de aquella época (neoplatónicos), que le ayudan a aclarar las preguntas que, como hemos visto, le crean mucha inquietud en su vida.
Así, logra comprender que la naturaleza de Dios, igual que la del alma, es espiritual y que, el verdadero ser de todo lo creado, no es otro que participación en el ser de Dios.
Simultáneamente encuentra solución al problema del mal. Entiende que es consecuencia del hecho de que la creación, aunque provenga de Dios, no es Dios y, por lo tanto, no es prefecta.
Como se puede ver, los progresos de Agustín son grandes. Ha descubierto a Dios, lo comprende como patria y gozo definitivo. Ha averiguado hacia dónde debe caminar, pero ignora por dónde, desconoce el camino a seguir. Nosotros sabemos que este camino no es otro que Jesucristo. Pero respecto a Él tenían una opinión equivocada tanto Agustín como su amigo Alipio.
Para ellos, Jesús es solo un hombre extraordinario, cuya sabiduría nadie había conseguido igualar. No es el Hijo de Dios encarnado, la Palabra del Padre y, por tanto, Dios como Él, hecho hombre.
La solución definitiva la hallará Agustín con la lectura de la Sagrada Escritura, en especial del apóstol San Pablo.
A partir de ahí solo le falta a Agustín ajustar su vida a la nueva situación en que se halla su mente.
Pero de esto, hablaremos el próximo día.