Píldoras de San Agustín

Escrito el 08/04/2024
Agustinos


 

¡Hola, qué tal, cómo estás!

Cristo ha resucitado ¡Aleluya! Seguimos con el tiempo pascual.

Este domingo que ha pasado hemos escuchado en las misas el texto del evangelio en el que se relata la experiencia de Tomás, que no creyó hasta que no tocó a Jesús en su costado y en sus llagas.

A partir de este hecho, Jesús reclama la felicidad para los que crean sin haber visto. Cosa que les ocurre a todos sus seguidores desde que él dejo este mundo para ir junto a su Padre en el cielo. Desde entonces nadie le ha visto, le ha tocado físicamente. Se cree en él por la confianza, por la fe. 

Una fe que no es una conquista, un premio por la bondad o santidad que uno piensa que pueda tener. Es la misericordia de Dios la que le ha movido a enviar a Jesús, sin esperar a que la humanidad lo mereciera, fuera bondadosa, supiera acogerlo y escucharlo.

Es Dios quien ha propiciados el sentido de la fe con la muerte y resurrección de Jesús. San Agustín nos lo expresa así:  

 “La misericordia de Dios vino a mí, antes de mis méritos. Incluso si no hubiera encontrado algo bueno en mí. El me habría hecho bueno. Es Dios el que justifica a los que se vuelven a él y reclama a los que aún están lejos, para que se conviertan”

(Enarraciones sobre el salmo 58, 2)

Oración:

“Seño; Medidor nuestro, Dios nuestro, hombre por amor nuestro, conozco tu misericordia. En tu amor por nosotros has elegido padecer: Ahora puedes consolar a los miembros de tu cuerpo que, a causa de sus debilidades, son sometidos a la prueba. Y puedes darles confianza en la desesperación”.

(Comentario al Evangelio de San Juan 52, 2)