¿Sabías que, a lo largo de la historia de la Orden de San Agustín, también ha sido manifiesta su vocación contemplativa? Sí, tal como oyes, y esto fundamentado en la doctrina de san Agustín y en las raíces eremíticas de las comunidades agustinas de sus primeros siglos, cuando los religiosos se alejaban del mundo para estar a solas con Dios.
En los momentos actuales, las personas que conocen a las comunidades agustinas las perciben, casi exclusivamente, como una fraternidad o comunidad apostólica, cuyos religiosos trabajan en parroquias, colegios, centros universitarios, etc. Y desconocen, en muchas ocasiones, este carácter contemplativo, el cual debe ser aceptado y venerado como patrimonio de la tradición agustiniana.
San Agustín enseña que el religioso, buscando continuamente el ocio santo, o sea, el tiempo dedicado a Dios, al amor fraterno y al espíritu; deseando solo amar con el corazón pleno a Dios, que habita en el hombre interior; reconociéndose imagen de Dios, ha de salir de sí mismo para unirse a Él.
Pero este ocio santo no debe llegar a ser tal que se abandone el amor al prójimo porque, según el pensamiento de san Agustín, el amor al prójimo y el amor a Dios forman una unidad indivisible. Como podríamos decir: son las dos caras de una misma moneda.
De esta manera, ya sabes que los agustinos están llamados a vivir su vocación religiosa desde las dimensiones de la contemplación y la acción, las cuales siempre tienen que ir juntas: el amor a Dios y el amor al prójimo.