Historia y personajes

Escrito el 26/05/2022
Agustinos


EL P. DIEGO PÉREZ DE ARRILUCEA, ESCRITOR FECUNDO

El P. Diego Pérez de Arrilucea López de Maturana nació en el pueblo de Alegría, en la provincia de Álava, que hoy se denomina Alegría-Dulantzi, el año 1888, localidad situada en la Llanada Alavesa y a unos 15 km. de Vitoria. Con 15 años se trasladó a El Escorial donde ingresó para hacer el noviciado, realizando su profesión en 1904, de manos del hermano del obispo de Salamanca, el P. Manuel Cámara, prior del monasterio en ese momento.

En esos años la efervescencia de cultura y escritores en El Escorial era muy grande, con sabios como Conrado Muiños, Francisco Blanco, Restituto del Valle y muchos más. En ese ambiente se va a formar el agustino vasco que pronto dedica parte de su tiempo a publicar obras variadas de historia y a la docencia en los sucesivos colegios por los que pasó como profesor. Uno de esos destinos docentes fue el colegio de Guernica, inaugurado en 1896 y donde va a permanecer diez años, ocupando los cargos de vicerrector, secretario y director espiritual y de la escolanía del colegio. 

Años después se traslada a Cáceres, donde le sorprende la guerra civil, pudiendo salvarse de la matanza que sufrieron los agustinos residentes en El Escorial. A causa de la pérdida de tantos compañeros agustinos tuvo que ocupar el cargo de secretario de la provincia y definidor de la misma. Terminada la guerra se trasladó al monasterio donde permanecerá muchos años, hasta que en 1974 sea destinado al nuevo colegio de Madrid denominado Valdeluz, muriendo el 26 de abril de 1975.

Muy pronto publicó sucesivos trabajos en La Ciudad de Dios sobre los primeros agustinos misioneros en Méjico, que salieron a la luz en varios números de la revista de los añoa1913 y 1914. El recuerdo de tantos agustinos, muchos asesinados en la guerra civil, ocuparon su obra de memoria y homenaje titulada “Honremos su memoria”, que publicó en 1943. Los destinatarios de la obra eran los jóvenes agustinos a los que mostraba el ejemplo de sus mayores, con la frase conocida “quien venera y honra a sus padres, se honra a sí mismo y es digno de las bendiciones del cielo”. De manera especial dedica un artículo al P. Cámara y al renacimiento literario y científico de la Orden Agustiniana en España, que fue publicado primero en la revista la Ciudad de Dios, en su número 159 y después en tirada aparte en la imprenta en 1947. Con el mismo elogio escribió sobre el P. Miguel de Uncilla, excelente músico y buen historiador, que pronunció en el pueblo de Izurza, pueblo cercano a Durango, con motivo del centenario de su nacimiento. También redactó la semblanza del P. Ángel Custodio Vega, al ser nombrado miembro de la Real Academia de la Historia.

Dedicó algunos trabajos a Fr. Luis de León, al que califica de venerable. En 1964 publicó un escrito sobre la producción literario de los agustinos de El Escorial. Al final de su vida publicó la obra “La Provincia Agustiniana Matritense del Sagrado Corazón de Jesús. Resumen histórico de 1895 hasta 1933”. También dio varias conferencias en la Universidad Pontifica de Salamanca sobre “El cantar del Mío Cid”, que fueron publicadas posteriormente por la Ciudad de Dios y cuyo prólogo lo realizó el P. Félix García, que alaba el resumen y la síntesis del P. Arrilucea recogiendo las últimas investigaciones de los especialistas españoles y extranjeros.

Un campo por el que se sintió atraído fue lo referente a su tierra vasca y destacó en los temas marianos y costumbristas del País Vasco desde las páginas de la revista El Buen Consejo. En esa revista publica en 1909 “La Virgen de Larrada”, que está dedicada a la imagen de la Virgen que estaba en la ermita del mismo nombre, cerca de Alegría-Dulantzi. También escribe un relato titulado “El pastorcillo de Aránzazu”. El 1945 transcribe una leyenda titulada “Estíbaliz, la Virgen de Villafranca alavesa”. Un santuario muy popular situado en el promontorio donde estaba el monasterio de Estíbaliz, de estilo románico y el más bello de Vitoria. Dedica una segunda leyenda al valle de Ayala, en el alto Nervión.

El cariño por su tierra vasca y por su pueblo, a donde regresaba cada verano, hizo que le nombraran cronista oficial, y a quien dedicó un libro titulado “La torre de Alegría esta pagada. Estampas de Alegría de Dulanci”. Incluía el libro una introducción de D. Emilio Apraiz y varias fotografías. También escribió en 1954 “El patronato de Santa María de Ayala”, con motivo de la proclamación de la advocación mariana al pueblo de Alegría. Unos años antes había escrito sobre el santuario de Ayala, una joya del románico, destacando la bellísima imagen de la Virgen. Uno de sus trabajos versó sobre el origen del obispado de Vitoria y fue premiado por la revista Euskal-Erria, de San Sebastián, en 1926. También fue premiado un estudio que sobre la unión de Vizcaya con Castilla. En esos primeros años son frecuentes sus colaboraciones en el periódico “El Heraldo alavés” y en el periódico bilbaíno “La Gaceta del Norte”.

Su amor por la tierra vasca y por la orden agustiniana fueron los ejes de su producción literaria, sin rehuir las responsabilidades que los superiores le confiaron en varios colegios. Fue un trabajador infatigable con escritos dedicados a San Agustín, Andrés de Urdaneta, el País Vasco y, de manera especial a los agustinos de la Provincia Matritense.

 Fr. Ricardo Paniagua