Dos conventos agustinos de Menorca
En la isla de Menorca hubo dos conventos agustinos que se mantuvieron activos hasta la desamortización. Uno se encontraba en la capital de la isla, que era Ciudadela, y el otro en la cima del monte Toro, el más alto de la isla. Ambos formaban parte de la parcialidad de Baleares, junto con los de la isla de Mallorca, y pertenecían a la Provincia de la Corona de Aragón. En los primeros siglos estuvieron incluidos en la Provincia de Cerdeña, hasta que pasaron a la de Aragón en 1568.
Convento de Ntra. Sra. del Socorro de Ciudadela
Este convento se debió fundar hacia el siglo XIV, pero fue reformado por el P. Exarch y entró en la observancia bajo el nombre del Socorro, como el de Palma de Mallorca y otros de Nápoles. Su situación al lado del mar le hacía insostenible por los peligros de la piratería, así que fue abandonado, hasta que en 1576 fue restaurado y habitado de nuevo. En 1614 fue construido en el interior de la muralla urbana, por miedo a los ataques de los piratas. La Iglesia era grande con mucha decoración en el interior y un altar enmarcado entre columnas de orden dórico y estaba adosada a un magnífico claustro renacentista. La imagen principal era la Virgen del Socorro, una talla de mucha antigüedad y gran mérito. En un amplio lienzo había una pintura de San Agustín siendo bautizado por San Ambrosio. El convento estaba habitado por unos cincuenta religiosos y perduró hasta la desamortización con una número superior a la treintena.
El convento era casi matriz de la isla y tenía noviciado, donde residían los candidatos de la isla. Ofrecía estudios de Filosofía y Teología y había maestros, presentados y lectores. Aunque la isla fue ocupada por los ingleses de 1708 a 1782 los agustinos mantuvieron la vida religiosa con normalidad. Únicamente se dio la circunstancia de que los conventos de las islas pidieron al prior general que se creará una nueva provincia, a lo que no accedió por la oposición de la Provincia de la Corona de Aragón. Los principales ingresos procedían de las fincas rústicas que poseía, que eran explotadas en régimen de aparcería, aunque en la etapa final el convento se vio obligado a vender algunas por las cargas impositivas.
En el momento de la desamortización de 1835 vivían en sus claustros 45 frailes. El edificó fue usado como seminario conciliar diocesano. También el municipio instaló diversos locales, como una cárcel y una escuela. La iglesia sufrió graves daños al ser saqueada e incendiada en la Guerra Civil, desapareciendo todos los bienes muebles. Se salvó de su destrucción el magnífico órgano situado en el coro, obra del siglo XVIII.
Convento de Ntra. Sra. del Toro
El segundo convento agustino de la isla de Menorca estaba situado en el monte Toro, la mayor altura de la isla. En ese lugar siempre hubo una ermita o santuario mariano, donde estuvieron algunos monjes o ermitaños y a donde se recogían los peregrinos.
Los agustinos se instalaron allí en 1595, bajo la protección y el apoyo de los jurados de la isla y siempre vivieron cerca de veinte religiosos. La imagen de la Virgen del santuario es muy bella de estilo gótico, colocada de pie y sostiene al Niño Jesús en el brazo izquierdo. Eran habituales las romerías de todos los habitantes de la isla a la Virgen del Monte Toro, sobre todo en los momentos de sequías y calamidades.
También tenía noviciado y era casa de estudios de Moral y había un Confesor y Predicador en el momento de la desamortización. En ese momento quedó abandonado el templo y el convento durante varios años, hasta que se inició su arreglo y se encargó un sacerdote para atender la iglesia, y recobró las visitas y romerías de otros tiempos.
Al llegar la Guerra Civil los milicianos subieron al santuario para destruirlo, sacaron al patio las imágenes, maderas y todo lo que encontraron y lo prendieron fuego. Gracias a que un vecino retiró la imagen de la Virgen pudo salvarse del fuego. Terminada la guerra se ha restaurado el templo del siglo XVII y en 1943 se hizo la consagración de Menorca a la Virgen en un acto multitudinario al que asistieron miles de peregrinos.
Fr. Ricardo Paniagua