Historia y personajes

Escrito el 01/09/2022
Agustinos


P. Jesús Delgado. Educador y poeta

El P. Jesús Delgado nació en el pueblo asturiano de Tuiza, del concejo de Pola de Lena, el 23 de diciembre de 1872. A los 15 años entró en el noviciado de los PP. Agustinos de Valladolid y realizó su primera profesión en septiembre de 1889. Como otros muchos agustinos de su tiempo, se encontró con religiosos cultos y sabios que publicaban trabajos de un alto nivel intelectual y eran conocidos por muchos pensadores españoles.

Sus estudios de Filosofía y Teología los hizo entre Valladolid y la Vid, para completarlos en El Escorial. Como se hacía en esos años, sin haber sido ordenado de presbítero fue destinado a Filipinas junto a veinticuatro compañeros en 1896, y al llegar recibió la ordenación sacerdotal. El P. Jesús fue enviado a la misión de Basao y poco después fue hecho prisionero, lo mismo que el resto de sus compañeros de viaje. Después de unos meses de estancia en la prisión y de sufrir los achaques de ese estado fue liberado en 1899 y volvió a España.

Fue destinado a Llanes, en Asturias,  donde se había abierto un colegio y se dedicó a labores docentes, a trabajar con los padres de familia y creó los talleres de Santa Rita. En 1911 pasó como director al colegio de Tapia de Casariego, también en Asturias. De ahí fue enviado a la residencia de Gijón en 1913, atendiendo a las monjas agustinas recoletas como capellán y a los fieles que acudían a la iglesia conventual, para lo que creó la Asociación de Madres Cristianas y los talleres de Santa Rita.

En 1918 fue nombrado maestro de profesos en el colegio de Valladolid, aunque tres años después renunció al cargo y fue enviado a la casa de Madrid en la calle Columela, donde entró en el equipo de redacción de la revista “España y América”. Hasta ese tiempo ya había publicado varios trabajos en su estancia en Filipinas, como las del periódico “Libertas”, “Las Misiones católicas” y “Vestir al desnudo”. Así como otras publicadas en el periódico de Llanes “El Oriente de Asturias”. También en la residencia de Columela se hizo cargo de los talleres de Santa Rita.

En 1925 su vida dio un vuelco, al ser reclamado por el obispo de Segovia para trabajar en la restauración de los jerónimos del monasterio del Parral. Ejerció como prior y maestro de novicios y allí vivió como un monje hasta 1930. En esta nueva trayectoria contó con el permiso y los ánimos del prior general P. Eustasio Esteban, que incluso asistió a la profesión de los primeros novicios jerónimos en 1927. Concluyó su colaboración el año 1930, y fue reclamado por el prior general para colaborar en la comunidad agustiniana de Pavía, ejerciendo el cargo de subprior y maestro de profesos, a los que también dio clases de Derecho Canónico y Teología Dogmática. Tres años después se le pidió ir al convento de Casia como confesor de las monjas y atender a los peregrinos que llegaban al santuario de Santa Rita.

Los cambios de residencia tocaban a su fin, ya que en 1937 acompañó al P. Eustasio Esteban a Perú, donde permanecerá hasta su muerte en 1967. El primer destino fue el convento de San Agustín de Lima y la atención de la popular iglesia, y poco después tuvo que hacerse cargo de la dirección del colegio establecido en el mismo convento en unos momentos difíciles. Los seis años de estancia en el mismo mejoraron y estabilizaron el colegio, hasta que cedió el testigo a otro. Aún así, siguió trabajando con la Acción Católica y con Los Cruzados de San Agustín, y entrando en el consejo archidiocesano y redactando su órgano oficial.

Desde el mundo educativo promovió la creación de las Asociaciones de Padres de Familia de los Colegios Católicos y de los propios directores de esos colegios. En momentos de cambio político esa unión de los colegios sirvió para sobrevivir a las legislaciones anticristianas. Esta labor del P. Delgado fue reconocida por la sociedad peruana públicamente en 1956. Vivió los últimos años retirado en San Agustín hasta su fallecimiento el 12 de febrero de 1967.

Hasta aquí parecería que tantos cambios y tantos trabajos de vida activa dejarían poco tiempo para la creación literaria, pero no fue así, ya que desde Filipinas publicó diversos trabajos y mantuvo esa actividad en su estancia en Asturias. Su vena poética se expresó en muchas obras, destacando “Hojas caídas”, publicada en 1958,  que es una antología de sus mejores versos, como los de tema eucarístico y mariano.  Incluso en sus primeros años en Valladolid envío un poema a la revista “La hormiga de oro”, de Barcelona. En Archivo Agustiniano publicó una biografía “La madre sor María Angélica Alvares Suarez” y otra más extensa sobre “Sor Melchora de los Sagrados Corazones”, que fue muy alabada por el P. Ignacio Monasterio. También publicó artículos sobre Fr. Luis de León y sobre Santa Teresa en el Centenario de su canonización.

 Fr. Ricardo Paniagua