P. Francisco Blanco, escritor
El P. Francisco Blanco ha sido un escritor y crítico literario que destacó en los últimos años del siglo XIX. Su muerte prematura dejó inconclusa la magna obra que había emprendido en el estudio de la Literatura Española del siglo XIX. De nuevo hablamos de un agustino culto que se encuadra en el grupo de agustinos célebres que florecieron en los claustros del colegio de Valladolid y de El Escorial en torno a la revista La ciudad de Dios y del P. Cámara, maestro e inspirador de muchos de ellos.
Sus dotes literarias se pusieron de manifiesto desde la juventud, tanto en el seminario de Astorga, su patria, como en el colegio de Valladolid, y con apenas diecisiete años fue premiado en un certamen celebrado en Salamanca por un trabajo sobre “La Reforma de Santa Teresa”. En esos primeros años en el claustro comenzó a colaborar con diversos trabajos en la revista “La Ciudad de Dios”. Había nacido en Astorga el 3 de diciembre de 1864 y entró un breve tiempo en el seminario de su ciudad. Poco tiempo después pidió ingresar en los agustinos de Valladolid y profesó en 1880. De ahí pasó a La Vid para realizar los estudios eclesiásticos y después se trasladó al monasterio de El Escorial. Al recibir los agustinos el monasterio en 1885 impartió clases en el colegio Alfonso XII. Al mismo tiempo concluía sus estudios teológicos y cursaba estudios de Filosofía y Letras en la universidad central de Madrid, donde conoció a hombres importantes de las letras españolas.
En ese tiempo publica trabajos de crítica literaria en la revista “La Ciudad de Dios”, animado por sus superiores y por algunos escritores, como Menéndez Pelayo. Por fin, en 1891 se decide a publicar los numerosos trabajos en un libro bajo el título “La literatura española del siglo XIX” en una primera parte, y a la que siguió una segunda. Dos años después publicaría la tercera parte, dedicada a las literaturas regionales y las hispanoamericanas. La obra del P. Francisco fue acogida con una valoración positiva por muchos escritores de la época, como Varela, Pardo Bazán, Menéndez Pelayo. Todos ellos destacan la calidad del estilo literario y la valentía en sus juicios críticos, sobre todo en la segunda parte, dedicada a los escritores vivos. Como es lógico también recibió críticas de escritores que se sintieron juzgados de manera poco positiva.
Esta obra tuvo un fuerte impacto en el mundo literario español, al ser escrita por un joven de 26 años, que además era religioso agustino. A su vez escribió varios artículos de temática diversa en otras revistas, como el drama “El laurel de Ceriñola”, el discurso “Las Ciencias y las Letras”. Pero un tema muy querido para él y al que dedicó gran parte de su tiempo, quedando inconcluso a su muerte, era un estudio crítico y literario sobre Fr. Luis de León, que seguramente hubiera sido su obra más importante.
Al llegar el nuevo siglo hubo de dejar su actividad por orden de sus superiores al declararse la tuberculosis, con poco más de 30 años. Aunque había acumulado correcciones y adiciones para la edición revisada de su obra cumbre, los superiores le pidieron que dejara sus trabajos y viajara al balneario de Panticosa y de ahí a Lourdes, pero nada frenó el avance de su enfermedad. También residió un tiempo en Jerez de la Frontera, donde ejercía su hermano médico. Finalmente fue enviado a Jauja, en Perú, con la esperanza de que el clima seco de la zona frenara sus dolencias. No fue posible la curación, y en noviembre de 1903 fallecía a la edad de 38 años. El impacto de su muerte fue grande en el mismo Perú, donde tuvieron lugar los actos fúnebres, con discursos elogiosos para el escritor agustino, ya que su obra era muy conocida y estudiada en los centros de enseñanza de varios países americanos.
Su cuerpo fue enterrado en el convento franciscano de Ocopa, y años después se trasladaron sus restos al monasterio de El Escorial. Su patria chica, la ciudad de Astorga dedicó una calle y placa conmemorativa, y en su homenaje D. Marcelo Macías dijo: “El P. Francisco Blanco brilló en el cielo de las letras con luz tan inmensa y viva que triunfará eternamente de las tinieblas del tiempo y del olvido de los hombres… en sus escritos dio las más claras muestras de su peregrino ingenio, acreditándose eruditísimo escritor e inspirado poeta, y conquistando fama y renombre universal como crítico literario”.
Fr. Ricardo Paniagua