P. LUCIANO RUBIO, PRIOR GENERAL ARABISTA Y POLÍGOTA
El P. Luciano Rubio había nacido en la región de Omaña, una zona de la provincia de León de donde salió un grupo numeroso de agustinos cultos que ocuparon altas responsabilidades en la orden a finales del siglo XIX y principios del XX. Basta recordar los nombres de David Rubio, Samuel Rubio, Urbano Álvarez, Luis Arias, Tirso López, Rafael Pérez y algunos más. Varios de ellos formarán parte del primer núcleo fundacional de la nueva Provincia Matritense.
Nació el P. Luciano en el pueblo de Posada de Omaña en 1909 y llegará a ocupar la máxima responsabilidad de la Orden al ser elegido prior general. Como otros agustinos de la zona recibió la primera formación humanística en la preceptoría de Vegarienza, de la que salieron tantas personas ilustres. Se trasladó al seminario de Uclés, instalado en esa localidad por la Provincia Matritense y allí realizó el noviciado y profesó en 1926. Pasó después a la casa de Leganés y al monasterio de El Escorial para completar la formación sacerdotal, siendo ordenado en 1932.
Apenas comenzada su labor con los estudiantes en la casa de Madrid se inició la Guerra Civil Española y fue hecho prisionero como sus compañeros agustinos e ingresó en la cárcel de San Antón. Fue uno de los pocos agustinos presos que no fue fusilado en Paracuellos, por encontrarse en la enfermería de la cárcel cuando fueron sacados sus compañeros. Al terminar la guerra volvió al monasterio escurialense y preparó su formación en lenguas semíticas, obteniendo la licenciatura en 1942 y el doctorado en 1947, con premio extraordinario de la universidad de Madrid. En los años siguientes compaginó los estudios con los cargos de prior del monasterio y prior provincial de 1952 a 1958, construyendo en esos años el colegio de Salamanca. A continuación pasó a Roma como asistente general, y fue elegido prior general para el periodo de 1959 a 1965. Durante su mandato reorganizó las revistas Analecta Augustiniana y Acta Ordinis y fundó la revista histórica Augustinianum. En esos años formó parte de los miembros del Concilio Vaticano II y fue perito del mismo.
Terminado su gobierno en la Orden residió un tiempo en Hipona, Marruecos y Estados Unidos, aprovechando para completar su formación en la lengua árabe. Vuelto a España permanecerá hasta su muerte en El Escorial y menos un breve tiempo en el colegio Valdeluz. En ese tiempo prosiguió las clases en la universidad y los estudios arábigos, escurialenses y de agustinología. Publicó centenares de artículos sobre esos temas y varios libros. Tradujo al castellano por primera vez la obra clásica árabe “León el Africano”, que fue su tesis doctoral, con prólogo en una edición posterior de Amin Maalouf, y otra titulada “El ocasionalismo de los teólogos especulativos del Islam y sus influencias en Guillermo de Ockham y en los ocasionalistas de la Edad Moderna”, además de diversos artículos sobre los manuscritos semíticos de la biblioteca de El Escorial, que es una de las más amplias del mundo en manuscritos y libros árabes antiguos. También sobresale una amplia biografía del beato Fr. Alonso de Orozco y numerosos estudios sobre El Escorial, publicados en España y en otros países. Se le concedió el doctorado honoris causa en dos universidades de Estados Unidos en Ciencias Semíticas
Existe una amplia bibliografía sobre la obra del P. Luciano, destacando los trabajos que se publicaron en la revista La Ciudad de Dios en 1995. En ese número extraordinario se insiste en su erudición e investigación a los largo de sesenta años. Sin duda, se le considera uno de los preclaros intelectuales del siglo XX y heredero de la rica tradición monacal. A pesar de tener una gran vocación por la investigación y su trabajo en la biblioteca de El Escorial, aceptó los cargos para los que fue elegido y, sobre todo el de prior general de la orden agustiniana. Se ha dicho de él que “fue una persona polifacética, de gran capacidad intelectual, vasta cultura y memoria prodigiosa, sabio y humilde y siempre religioso ejemplar”. Falleció en Salamanca el 22 de noviembre de 1997.
Fr. Ricardo Paniagua