Hola, qué tal, cómo estás.
Esta semana que comienza tenemos ante nosotros dos fiestas. Una civil y otra religiosa. La civil es el día 6 con la Constitución española y, la religiosa, el día 8 con la Inmaculada Concepción.
Así, el martes, celebramos la Constitución, que es la Carta Magna de todos los españoles donde se recogen sus derechos y deberes, las libertades, la organización del Estado y todas las garantías constitucionales.
Y, el jueves, la Inmaculada Concepción, también conocida como la Purísima Concepción. Es el dogma de la Iglesia Católica que sostiene que María, la madre de Jesús, a diferencia de todos los demás seres humanos, fue concebida sin pecado original.
En ambos acontecimientos valoramos lo mismo. En la Constitución, el haber sido el texto guía de nuestra libertad y convivencia social. Y, en la Inmaculada Concepción de María, el haber sido el comienzo del proyecto de Dios para la liberación de la humanidad del pecado y de la muerte.
Porque en María, se da el gran acontecimiento del nacimiento de Jesús, el camino y la verdad, como dice San Agustín:
“¿Hay un camino por el que corremos? Cristo dice: “yo soy el Camino”. ¿Hay una patria hacia la cual corremos? Cristo dice: “yo soy la Verdad”. Corres por medio de él, corres a él y descansas en él. Estábamos enfermos y no nos podíamos mover-*//. El médico llegó entonces a sus pacientes; el camino fue preparado para los viandantes. Haz que él nos salve, pues caminamos por medio de él”.
(Comentario a la I carta de S. Juan 10, 1)
Oración
“Señor, mi Dios, escucha mi oración y que tu misericordia sacie mi deseo”.
(Confesiones 11, 2)