Píldoras de San Agustín

Escrito el 26/12/2022
Agustinos


 

Hola, qué tal, cómo estás.

Me imagino que alegre y feliz por el nacimiento de “Emmanuel”, de Jesús, del Dios con nosotros. Gracias a este acontecimiento de humildad de Dios, que no tuvo a mal hacerse hombre, ha sido posible la salvación, la liberación, la victoria sobre la muerte manifestada en su Hijo, Jesús de Nazaret.

Esta humildad de Dios es para nosotros algo raro. ¿Por qué? Pues, porque nosotros, en nuestra forma de pensar y de actuar, solemos ser poco humildes, más bien, soberbios. ¡Que los demás sepan, noten, alaben, tengan en cuenta lo que decimos o hacemos!

Y no digamos si ostentamos algún cargo. Tenemos el peligro de que este se nos suba a la cabeza, como se suele decir, y acabamos siendo aborrecidos por los demás. La prepotencia, la vanidad, el orgullo se pueden apoderar de nosotros y volvernos unos desconocidos para nuestra familia, los amigos, los vecinos de toda la vida.

San Agustín nos señala cómo la humildad es necesaria para encontrarnos con Dios, y que hay que aprender a serlo, pues lo que más solemos ejercitar es la soberbia. Escuchemos al santo:

“Mira, nos estamos dirigiendo hacia algo grande. Saquemos ventaja de lo pequeño y nos convertiremos en grandes. ¿Quieres alcanzar las alturas de Dios? Aferra primero la humildad de Dios. Viste la humildad de Dios. Viste la humildad de Cristo. Aprende a ser humilde; no seas soberbio”.

(Sermones 117, 17)

Oración

¡Ah, Señor, qué sublime eres en las alturas y cuán profundo en los abismos! ¡Nunca estás lejano y nosotros, a duras penas, regresamos a ti!

(Confesiones 8, 3)