Tiempos recios
Llegados al final del año solemos evaluar la vida pasada, hacer buenos propósitos para el tiempo futuro y desearnos felicidad unos a otros. Seguramente consideremos positiva la evaluación de este año en comparación con tiempos anteriores y, seguramente, así sea considerando solamente la dimensión personal; pero si analizamos el conjunto de vida como sociedad tendremos un suspenso: violencia, guerras, crisis energética y económica, situación política y social, etc. Todo ello nos deja un cierto amargor y tristeza, y me viene a la memoria la frase de Santa Teresa “andan los tiempos recios” (Vida 33, 5). Con estas palabras describía la difícil situación vital que le tocó enfrentar por ser fiel a la voluntad de Dios.
Seguramente inspirada en las Confesiones de San Agustín que había leído en su juventud, hace un análisis introspectivo de su vida a raíz de la profunda experiencia religiosa tenida en la cuarentena de edad, dejándonoslo plasmado en el libro de su vida. Teresa por ser fiel a su vocación, tuvo que enfrentar dificultades de vida en un ambiente de crispación, intrigas, sospechas y mentiras parecido al nuestro, donde los humanos guiados por el afán de fama y poder se muestran intolerantes ante aquellos que no acatan su “verdad”. Tiempos convulsos religiosamente en los que sintió la sobra de la Inquisición y vivió los autos de fe contra Bartolomé Carranza, Arzobispo de Toledo, y Agustín de Cazalla; y la publicación del Índice del inquisidor Fernando de Valdés (1559) prohibiendo la lectura de muchos libros entre los cuales había obras espirituales que Teresa había leído como voraz lectora.
Todavía hoy la religión por ser portadora de valores y de principios éticos fundamentales, intenta ser controlada o desacreditada por aquellos que ostentando el poder desean imponer su “verdad”. Una sociedad sin el fundamento de sus valores en la Verdad, la Bondad y la Belleza queda sometida a la dictadura de sus emociones, muchas veces, alimentadas interesadamente por “grupos de poder” con “pan y circo”. Ya los emperadores romanos amansaban la plebe satisfaciendo sus necesidades presentes de alimento y entretenimiento, para hacer olvidar el sufrimiento futuro y la meta trascendente de la vida. En la sabiduría popular: “Pan para hoy, hambre para mañana”.
San Agustín, como buen pastor, en su predicación alertó a su pueblo contra este engaño instándole a vivir según la voluntad de Dios y a poner su fe y esperanza en Él: “Hermanos, os digo que oréis cuanto podáis. Abundan los males, pero Dios lo quiso. ¡Ojalá no abundaran los malos y no abundarían los males! ‘Malos tiempos, tiempos fatigosos’ —así dicen los hombres—. Vivamos bien, y serán buenos los tiempos. Los tiempos somos nosotros; como somos nosotros, así son los tiempos. Pero ¿qué hacemos? ¿Podemos convertir a la vida santa a la muchedumbre de los hombres? Vivan bien los pocos que me escuchan; los pocos que viven santamente soporten a los muchos que viven malvadamente. Son granos, están en la era. En la era pueden tener a su lado la paja, pero no en el granero. Soporten lo que no quieren para llegar a lo que quieren. ¿Por qué nos entristecemos y acusamos a Dios? Si abundan males en el mundo es para que no lo amemos. Grandes varones, santos varones fueron los que despreciaron un mundo hermoso; nosotros no somos capaces de despreciarlo ni aun siendo feo. El mundo es malo. Ved que es malo y se le ama como si fuera bueno. Sin embargo, ¿qué mundo es malo? Pues no es malo el cielo, ni la tierra, ni las aguas y cuanto hay en ellos, los peces, las aves, los árboles. Todas estas cosas son muy buenas, pero el mundo malo lo constituyen los hombres malos. Mas, puesto que, mientras vivimos —como he dicho—, no podemos carecer de hombres malos, gimamos ante el Señor nuestro Dios, soportemos los males hasta llegar a los bienes. Nada reprochemos al padre de familia, pues es cariñoso. Es él quien nos lleva, no nosotros a él. Sabe cómo gobernar lo que él creó; haz lo que mandó y espera lo que prometió.” (Sermón 80, 8).
Que nuestra vida guiada por el amor de Dios contribuya a que el nuevo año sea mejor y más feliz para mayor cantidad de hermanos.
Pedro Luis Morais Antón, agustino.