El colegio agustiniano de Santo Tomás de Villanueva de Zaragoza
Este colegio constituía el centro de estudios del convento de San Agustín y se convirtió en el segundo convento que tuvo la Provincia de la Corona de Aragón en Zaragoza. Se construyó en unas casas de la zona del Coso, en la zona de la Mantería, y en un primer momento le llamaron colegio de San Jorge, pero se cambió por Santo Tomás de Villanueva, siendo el primero de España que recibía ese nombre, al ser beatificado el santo el año 1618.
El origen de la creación del colegio de Santo Tomás de Villanueva se remonta a los primeros años del siglo XVII, cuando ya se habían realizado las primeras fundaciones de colegios agustinos en Barcelona y en Valencia, lo mismo que los que había en Salamanca, Valladolid y Sevilla. La decisión para su creación se tomó el 6 de octubre del año 1603, que aprobó la fundación de un colegio para los estudiantes agustinos de la parcialidad de Aragón, bajo la advocación de San Jorge. La entidad colegial recién creada no tenía unas instalaciones propias y se encontraba en una zona adosada al recinto de San Agustín.
Este colegio era un centro “superior” de estudios, como los que creaban las órdenes religiosas en las ciudades universitarias. A principios del siglo XVII había en Zaragoza 7 colegios pertenecientes a otras tantas órdenes religiosas, que no competían con la universidad, porque los estudiantes eran colegiales suyos, y los títulos y grados eran los propios de su institución. Estos centros daban una formación en Artes y Teología a sus propios candidatos. La comunidad del convento estaba formada por un rector, no un prior, un claustro de doctores o maestros y los estudiantes. El rector era elegido en el capítulo provincial y debía ser un Maestro de Teología, y solía estar asistido por un Maestro Regente de Estudios, siendo la tercera persona con autoridad el Vicerrector, que es el encargado de cuidar del servicio del coro, y del orden de los estudiantes. En el colegio de Santo Tomás de Villanueva solía haber entre 12 y 15 estudiantes, acompañados de 5 lectores o catedráticos, tres de Teología, uno de Moral y otro de Artes. El régimen de vida en el colegio era muy disciplinado, cuidando las horas de estudio, la permanencia en las celdas y el silencio necesario.
Después de seguir muchos años instalado en la zona del río, el arzobispo agustino Don Fr. Francisco Gamboa les permitió pasar a las casas que habían comprado en la zona de la Mantería en marzo de 1663. Inmediatamente comenzó la construcción de las instalaciones para el nuevo colegio. Desde los primeros momentos se contó con la ayuda económica del nuevo arzobispo agustino de Zaragoza que ordenó ser sepultado en este colegio, y hasta que no se terminara la Iglesia pidió que se depositara su cadáver en el convento de San Agustín, como así se hizo, a su muerte en 1674.
En 1683 se había construido el claustro y otras dependencias y se remató la iglesia gracias a los esfuerzos del rector Fr. Juan del Cerro. La obra pictórica de la iglesia se realizó durante la estancia del pintor Claudio Coello en Zaragoza el año 1683 y 1684. En la cúpula pintó la Santísima Trinidad con gloria de los ángeles. Llenó las paredes de varios ornatos, y en los arcos que forman el crucero representó los Santos Simplicio, Fulgencio, Alipio y Patricio (todos santos agustinos); al lado de la epístola se retrató el mismo Coello. La bendición de la iglesia, una vez terminada, tuvo lugar en 1686, asistiendo grandes personalidades religiosas de la ciudad.
Un rector emblemático en los años siguientes fue Fr. Juan Facundo Raulín que consiguió ayuda económica del arzobispo Don Manuel Pérez de Araciel para construir el dormitorio del colegio entre 1727 y 1730. Este religioso es uno de los más prestigiosos hijos del convento de S. Agustín. Debió ejercer el puesto de rector del colegio desde 1745 hasta su muerte en 1757.
Los años que van de 1808 a 1813 corresponden a la invasión francesa de la península y, en el caso de Zaragoza, a los dos sitios que sufrió la ciudad y al gobierno de las autoridades pro francesas. Nos dice Fr. José Herrero, que en el colegio de Santo Tomás de Villanueva había 14 frailes antes de la guerra, de los cuales dos murieron en los sitios y dos después, quedando al final de la ocupación francesa 10 agustinos. Los religiosos del colegio volvieron en la semana del 24 de agosto de 1814. Desde este momento la vida conventual y colegial siguió sin mayores sobresaltos, aunque con una comunidad pequeña, formada por unos 8 ó 10 religiosos.
Un momento crítico para los religiosos fue la llegada del gobierno del Trienio Liberal en 1820. Los nuevos gobernantes plantearon una reducción del número de conventos, que afectaba a los que tenían un número reducido de religiosos. Durante éste periodo fue cerrado el colegio por orden del gobierno. Los agustinos del colegio de la Mantería se trasladaron al convento de San Agustín. El colegio estaba habitado en ese momento por unos 10 religiosos, entre profesores y estudiantes agustinos.
Terminado el Trienio Liberal, los agustinos volvieron al colegio. Este convento, suprimido por el gobierno liberal, debió sufrir el abandono y expolio en estos tres años, no estando preparado para celebrar su fiesta mayor el día de Santo Tomás de Villanueva. Se nos dice que el 18 de septiembre de 1824 no hubo fiesta en el colegio de la Mantería por carecer de lo necesario.
El ataque a los conventos del mes de julio de 1835 a las puertas de la desamortización que produjo la huída de la ciudad de muchos religiosos y el asesinato de varios agustinos, parece que los de la Mantería siguieron en el colegio, ya que las cuentas se continúan hasta el 24 de agosto de ese año, en que fue cerrado definitivamente el colegio de Santo Tomás de Villanueva.
La Iglesia es el único testimonio que conservamos del antiguo colegio de Santo Tomás de Villanueva. La iglesia se comenzó en 1663 y se finalizó en 1683, es de planta de cruz griega, y sus muros y bóvedas fueron pintados por Claudio Coello (pintor del rey Carlos II) y su discípulo Sebastián Muñoz, conformando uno de los conjuntos pictóricos más relevantes de su tiempo, y su temática se basa en la exaltación de la Orden Agustiniana en la figura del santo titular del templo.
Del colegio de los agustinos se conserva la iglesia, integrada en el Colegio de Calasanz que continúa su labor hasta nuestros días. En 1883 las Escolapias adquieren el inmueble y la iglesia y procedieron a construir un colegio que ha llegado hasta nuestros días, sirviendo la iglesia para las celebraciones religiosas escolares. Aunque ha tenido varios procesos de restauración, todavía está pendiente de un plan director de restauración.
Fr. Ricardo Paniagua