Hola qué tal, cómo estás.
Este domingo pasado, 19 de marzo, ha sido el IV Domingo de Cuaresma y, por esta razón, la Iglesia ha pasado la fiesta de San José al lunes 20.
Sí, San José, ese hombre que cree en Dios, que confía en el amor de su vida, María, y que acepta la voluntad del Altísimo sobre su persona, ser el padre de Jesús.
San José también tuvo que cambiar su forma de pensar y de actuar, tuvo que convertirse al Señor. Si por él hubiera sido, habría abandona a María, después de conocer que estaba embarazada y que no era hijo suyo.
Así las cosas, y para que pudiera seguir adelante con fe y esperanza, Dios le envió un ángel en sueños que lo calmara y le explicara de qué iba el tema del embarazo de María.
Dios, también se dirige a cada uno de nosotros, por muchos medios y circunstancias. Quiere que nos volvamos hacia Él, pues en Él, está el sentido de la vida, la felicidad.
San Agustín le da vueltas a todo esto y nos señala algunas pistas:
Dios nos llama para corregirnos a nosotros mismos y nos invita a hacer penitencia. Nos llama por medio de los dones maravillosos de su creación y nos llama dándonos tiempo para la vida. Nos llama por medio del lector y del predicador. Nos llama con la fuerza más interna de nuestros pensamientos. Nos llama con el aguijón del castigo y nos llama con la gracia de la consolación.
(Enarraciones sobre el salmo 102, 16)
Oración
“Señor, ves en mí tu obra, no la mía. Si tú vieras mi obra, me condenarías, pero si ves las tuyas, me coronas.
(Enarraciones sobre el salmo 137, 18)