Reflexión agustiniana

Escrito el 01/04/2023
Agustinos


Caminar en esperanza

Solamente con la mirada puesta en la patria es posible realizar felizmente la travesía por este mundo. Por tanto, sintiéndonos peregrinos en el mundo, sintiendo sobre nosotros el destierro y el exilio, forzosamente ha de brotar en el interior el deseo de la patria y el amor hacia ella; es en la misma conciencia de desterrado en la que va incluido el deseo de la patria. La nostalgia de la patria, la esperanza alentadora en el vivir cotidiano son temas de reflexión constante en Agustín, porque: "la vida de la vida mortal es la esperanza de la vida inmortal" (Comentario al Salmo 103, s.4, 17). Sin esperanza no hay ni sacrificio ni amor, como sin amor no puede concebirse ninguna esperanza. Agustín estudia la esperanza desde la nostalgia, el deseo y el amor a la patria: "Que cada uno de vosotros, hermanos míos, mire a su interior, se juzgue y examine sus obras, sus buenas obras; vea las que hace por amor, no esperando retribución alguna temporal, sino la promesa y el rostro de Dios. Nada de lo que Dios te prometió vale algo separado de él mismo. Con nada me saciará mi Dios, a no ser con la promesa de sí mismo... También la esperanza es necesaria durante la peregrinación; es ella la que nos consuela en el camino. El viandante que se fatiga en el camino, soporta la fatiga porque espera llegar a la meta. Quítale la esperanza de llegar, y al instante se quebrantarán sus fuerzas. Por ello, también la esperanza en el tiempo presente forma parte de la justicia de nuestra peregrinación" (Sermón 158, 7-8).

Por el deseo de la patria, por la esperanza de conseguirla, Dios comienza a habitar dentro del hombre, y será el mismo Dios el que alimenta esos deseos: "Si creemos que hemos de ascender espiritualmente a él, debemos entender que el cielo es espiritual; si la subida se lleva a cabo con el afecto, el cielo es de justicia. Luego ¿Cuál es el cielo de Dios? Todas las almas santas, todas las almas justas... El que habita en el cielo, habita en el santuario. ¿Y qué es el santuario? Su templo: El templo de Dios, el cual sois vosotros, es santo. Mas todos los que ahora son débiles y que caminan con arreglo a la fe, según la fe son templo de Dios; pero en otro tiempo serán templo de Dios por visión... La Jerusalén celeste, hacia la cual peregrinando gemimos y deseándola oramos; en ésta habita Dios... Dios habita en los santos de tal manera, que, si Él se apartase, caen los santos. Luego cualquiera que lleva a Dios siendo templo de Dios, no piense que de tal modo lleva a Dios, que le atemorice si él se retira. ¡Ay de aquel de quien se hubiere apartado Dios! Caerá; Dios permanecerá siempre en sí. Las casas en donde habitamos nos contienen; las casas en las que Dios habita son contenidas por El. Ved ya la diferencia que existe entre nuestra morada y la de Dios, y, por tanto, diga el alma: elevé mis ojos a ti, que habitas en el cielo, y entienda que Dios no necesita de cielo en el que habite, sino que el cielo necesita de Él; necesita que sea habitado por Dios" (Comentario al Salmo 122, 4).

Agustín nos habla de la espiritualidad del deseo, que es un dato espiritual que traduce lo que es la ascética, él cree en la potencia del deseo, aunque las obras no consigan la realización: "Dios no lleva cuenta del caudal, sino que premia la buena voluntad. Él sabe bien que quisiste y no pudiste; consigna como cosa hecha aquello que deseabas hacer. Luego es de todo punto necesario que te conviertas, no sea que retardando la conversión mueras de repente y no se encuentre nada digno en el tiempo presente ni nada digno de poseer en el futuro" (Sermón 18, 5).

Pero este deseo de la patria y la esperanza de conseguirla, no es un asunto privado e individual, es juntos como recorremos el camino y juntos disfrutamos caminando, ya que es el amor mutuo el que nos anima y nos sostiene en el camino y, porque nos amamos, caminamos: “Si los compañeros de peregrinación gozan de esta manera unos de otros en el camino, ¡qué gozo no alcanzarán en la patria! Los mártires lucharon en esta vida, luchando caminaron, y caminando no se adhirieron. En efecto, quienes aman caminan, pues hacia Dios no corremos con pasos, sino con el afecto. Nuestro camino busca a los caminantes. Hay tres clases de hombres que detesta: el que se para, el que da marcha atrás y el que se sale del camino. Que nuestro caminar se vea libre y protegido, con la ayuda de Dios, de estos tres tipos de mal. Otra cosa es que, mientras somos caminantes, unos vayan más lentos y otros más veloces; unos y otros, sin embargo, caminan” (Sermón 306 B, 1).

Santiago Sierra, OSA