Habla San Agustín

Escrito el 02/05/2023
Agustinos


Música: Gregoire Lourne, Africa the Cradle of life

Ambrosio

Llegué a Milán y visité al obispo, Ambrosio, famoso entre los mejores de la tierra, piadoso siervo tuyo, cuyos discursos suministraban celosamente a tu pueblo «la flor de tu trigo», «la alegría del óleo» y «la sobria embriaguez de tu vino». A él era yo conducido por ti sin saberlo, para ser por él conducido a ti sabiéndolo.

Aquel hombre de Dios me recibió paternalmente y con afabilidad de obispo (episcopaliter) se interesó mucho por mi viaje. Yo comencé a estimarle; al principio, no ciertamente como a doctor de la verdad, la que desesperaba de hallar en tu Iglesia, sino como a un hombre afable conmigo. Le escuchaba con todo cuidado cuando predicaba al pueblo, no con la intención que debía, sino como queriendo explorar su facundia y ver si correspondía a su fama o si era mayor o menor que la que se pregonaba, quedándome colgado de sus palabras, pero sin cuidar de lo que decía, que más bien despreciaba. Me deleitaba con la suavidad de sus sermones, los cuales, aunque más eruditos que los de Fausto, eran, sin embargo, menos festivos y dulces que los de éste en cuanto al modo de decir; porque, en cuanto al fondo de los mismos, no había comparación, pues mientras Fausto erraba por entre las fábulas maniqueas, éste enseñaba saludablemente la salud eterna. Porque lejos de los pecadores anda la salud, y yo lo era entonces. Sin embargo, a ella me acercaba insensiblemente y sin saberlo.

San Agustín, Confesiones 5,13,23