Domingo con San Agustín

Escrito el 28/05/2023
Agustinos


Domingo Pentecostés 28 de mayo de 2023

San Juan 20, 19-23

Desead la unidad para llegar a la eternidad

Hoy celebramos la llegada del Espíritu Santo. En efecto, el Señor envió desde el cielo al Espíritu Santo que prometió estando aún en la tierra. De esta manera había prometido enviarlo desde el cielo: Él no puede venir en tanto no me vaya yo; mas, una vez que yo me haya ido, os lo enviaré. Por eso padeció, murió, resucitó y ascendió; sólo le quedaba cumplir la promesa. Era lo que esperaban sus discípulos. A la espera de esta promesa, estaban en una casa reunidos en oración, puesto que ya deseaban con idéntica fe lo mismo que pedían con la oración y anhelaban en su espíritu. Eran odres nuevos a la espera del vino nuevo del cielo, y llegó. Aquel gran racimo había sido ya pisoteado y glorificado.

Ya habéis escuchado cuál fue su respuesta: un gran milagro. Ninguno de los presentes había aprendido más de una sola lengua. Vino el Espíritu Santo, se sintieron llenos de él y comenzaron a hablar en las distintas lenguas de todos los pueblos, que ni conocían ni habían aprendido. Se las enseñaba el que había venido; entró, los llenó, tuvo lugar la efusión. Y ésta era entonces la señal: todo el que recibía el Espíritu, nada más sentirse lleno de él, hablaba en las lenguas de todos. Y esto no sólo los ciento veinte. Las mismas Escrituras nos enseñan que luego creyeron otros hombres, quienes fueron bautizados, recibieron el Espíritu Santo y hablaron en las lenguas de todos los pueblos.

¿Acaso, hermanos, no se otorga ahora el Espíritu Santo? Quien así piense no es digno de recibirlo. Entonces hacía aún la promesa que hoy ha cumplido: Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, y en toda Judea, y Samaria, y hasta los confines de la tierra. La Iglesia, existente entonces en una única casa, recibió el Espíritu Santo: existía en pocos hombres, pero en las lenguas del orbe entero. He aquí lo que en ese momento se prefiguraba. En efecto, el que aquella minúscula Iglesia hablase las lenguas de todos los hombres, ¿qué significaba sino que esta gran Iglesia habla las lenguas de todos los hombres desde la salida del sol hasta su ocaso? Ahora se cumple lo que entonces era una promesa. Escuchamos la promesa y vemos su cumplimiento. 

Si queréis poseer el Espíritu Santo, prestad atención, hermanos míos. Nuestro espíritu, gracias al cual vive todo hombre, se llama alma, y ya veis cuál es la función del alma respecto al cuerpo. Da vigor a todos los miembros; ella ve por los ojos, oye por los oídos, huele por las narices, habla por la lengua, obra mediante las manos y camina mediante los pies; está presente en todos los miembros al mismo tiempo para mantenerlos en vida; da vida a todos y a cada uno su función.

El Espíritu Santo obra en la Iglesia lo mismo que el alma en todos los miembros de un único cuerpo. Mas ved de qué debéis guardaros, qué tenéis que cumplir y qué habéis de temer. Acontece que, en un cuerpo humano, mejor, de un cuerpo humano, hay que amputar un miembro: la mano, un dedo, un pie. ¿Acaso el alma va tras el miembro cortado? Mientras estaba en el cuerpo, vivía; una vez cortado, perdió la vida. De idéntica manera, el hombre cristiano es católico mientras vive en el cuerpo; hacerse hereje equivale a ser amputado, y el espíritu no sigue a un miembro amputado. Por tanto, si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad. Amén. 

Sermón 267