Fr. Francisco López de Urraca, Obispo de Barbastro
Fr. Francisco López de Urraca, obispo de Bosa y Alguer, en Cerdeña, y de Barbastro, en Aragón, es el religioso más destacado de los agustinos aragoneses en cuanto a sus virtudes, como así lo atestiguaron los historiadores agustinos y ha sido calificado de venerable. Natural de la villa de La Almunia de Doña Godina, población situada a unos 50 km. de Zaragoza, fueron sus padres Martín López y Ana Gómez, personas de buena posición, e incluso se califica de pertenecientes a una familia noble de la villa. Profesó en Zaragoza el 5 de octubre de 1626 ante el prior Fr. Simón de Insauti, y durante su formación fue nombrado maestro de estudiantes.
Una vez completada su formación primera, fue destinado al convento de Huesca, donde va a permanecer casi veinte años. Allí estudió en su universidad, obteniendo el título de maestro de Filosofía en 1644, catedrático de Artes en 1644-45, de Escoto en 1653-57 y de Vísperas en 1660. Permaneció la mayor parte de su vida religiosa en Huesca y Loreto, ya que en 1648 pasó de Huesca al convento de Loreto con el cargo de prior, permaneciendo hasta el año 1663. En el capítulo provincial celebrado ese año en Épila fue elegido prior provincial de la Provincia de la Corona de Aragón, con 66 votos de los 67 vocales con derecho a voto.
Una vez terminado su provincialato volvió al convento de San Agustín de Huesca para ocupar la cátedra de Prima de Teología, y el año 1670 el rey Calos II le nombró obispo de Bosa, en Cerdeña, y en 1677 fue preconizado a la de Alguer, en la misma isla, hasta que fue nombrado obispo de Barbastro en 1680.
Al regresar a España volvió a pasar por el convento del Nuestra Señora del Socorro de Valencia, donde los frailes del convento quedaron sorprendidos de la pobreza y el poco acompañamiento que traía, por lo cual le surtieron de ropa nueva. Cuando llegó a Zaragoza se dirigió al colegio de Santo Tomás de Villanueva, donde el rector Fr. Lorenzo de Segovia también tuvo que renovarle el vestuario completo, puesto que el que traía era de suma estrechez por haber entregado a los necesitados muchas prendas en el viaje de vuelta.
Fr. Francisco López de Urraca era un entusiasta seguidor de Santo Tomás de Villanueva, que tomó como ejemplo en su ministerio en las sucesivas diócesis en que estuvo. Las visitas que hizo a la tumba del santo en el convento de Nuestra Señora del Socorro de Valencia, tanto en su viaje de ida a Italia como en el de vuelta, donde celebró misa repetidas veces, ponen de manifiesto la veneración que tenía hacia el obispo de los pobres.
Durante el gobierno de la diócesis de Barabastro fue muy dadivoso con los pobres que lo necesitaban y los enfermos, y se citan en su biografía muchos casos de entrega de ropa propia y dinero a los pobres que acudían al palacio episcopal. También daba limosnas a los conventos de agustinos, tratando con especial cariño al pequeño convento de Los Arcos, en Costean, que está cerca de Barbastro, para el que encargó una sillería de coro y un retablo de Santo Tomás de Villanueva y San Nicolás de Tolentino. En una de sus celdas se retiraba con cierta frecuencia a rezar en el silencio del claustro y tenía mucha devoción al Santo Cristo que tenía ese convento. En seis ocasiones visitó la diócesis, administrando la confirmación, consolando a los enfermos y entregando limosnas en alimentos y dinero. En 1694 realizó la última visita pastoral, a pesar de su elevada edad y un año antes de su muerte, y subió a las zonas más aisladas de los Pirineos en el mes de septiembre, volviendo a Barbastro dos meses después.
Aunque fue muy generoso con los bienes de la mitra, no tuvo reparos en pleitear cuando alguien ponía pleito al obispo, casi siempre por razones económicas, aunque procuraba el acuerdo y no llegar a la sentencia judicial.
Después de sufrir con paciencia los dolores de una molesta enfermedad, falleció a las dos y cuarto de la noche del 27 de enero de 1695 a los 84 años, día de S. Juan Crisóstomo, habiendo gobernado la diócesis de Barbastro 14 años, seis meses, menos un día. Su cadáver, adecuadamente vestido, fue expuesto tres días, como manda el ritual, para que el pueblo ganara las indulgencias, siendo visitado por el pueblo de Barbastro y los lugares cercanos, que deseaban besar su mano y algunos intentaban coger algún trozo del vestido, como si fuera una reliquia.
Los historiadores Fr. Jaime Jordán y Fr. Antonio Claver recogen el testimonio de personas cercanas al obispo en Barbastro, que contienen los escritos que redactaron en las deposiciones para atestiguar su vida de santidad. El señor D. Juan Vicente Pozuelo, chantre de la catedral de Barbastro y limosnero de D. Fr. Francisco López, en la deposición que hizo de su vida, dice que es imposible contar la gran liberalidad y caridad que tenía con los pobres, en especial con los enfermos, no sólo de manera pública, sino en privado
A su muerte se inició un proceso con autoridad eclesiástica de las virtudes, en que fueron testigos las personas de más autoridad, aunque por circunstancias que desconocemos, no siguió adelante el proceso.
Fr. Ricardo Paniagua