Hola qué tal, cómo estás.
Al final de esta semana que comenzamos, muchos de nosotros vamos a tomar las vacaciones de verano. En los apostolados cesa la actividad cotidiana que se lleva a cabo el resto del año y se hacen otras cosas.
Así, los colegios se vacían de alumnos y alumnas, pero se llenan los campamentos, los grupos de ocio urbano, el Camino de Santiago y, este año, la JMJ. En las parroquias se sigue con las eucaristías, pero los grupos ya no se reúnen hasta septiembre.
Se paraliza una parte de la vida en favor de otra, más lúdica, más de ocio, más descansada. Y, a veces, parece que a lo cristiano también se le da descanso, se le manda de vacaciones.
Pero, hay algo vital, esencial para los cristianos a lo que no se le puede dar vacaciones, descanso. Es el amor a los demás, porque ahí es donde manifestamos el amor a Dios. Y es que, vayamos donde vayamos, estemos donde estemos, hagamos lo que hagamos, siempre nos vamos a encontrar con los demás.
San Agustín nos invita a no olvidar esto cuando dice:
“Que nuestro Dios pueda ser nuestra esperanza. El que ha creado todas las cosas, es el mejor de todos. El que ha hecho todas las cosas bellas, es mucho más bello que ellas. El que ha hecho todas las cosas fuertes, es mucho más fuerte que éstas. El que ha hecho las cosas grandes, es mucho más grande que todas ellas. Aprende a amar al Creador en su criatura y al autor en lo que ha hecho”
(Enarraciones sobre el salmo 39, 9)
Oración:
“Oh Señor, mi Dios, a ti sólo amo, a ti solo sigo, a ti solo busco. Estoy preparado para oírte solo a ti, pues tu gobiernas con justicia y yo deseo estar bajo tu autoridad”.
(Soliloquios 1, 1)