Píldoras de San Agustín

Escrito el 18/09/2023
Agustinos


 

Hola, qué tal, cómo estás.

Este domingo pasado, en las misas celebradas en todas las iglesias católicas del mundo, le hemos oído decir a Jesús que tenemos que perdonar hasta setenta veces siete. O sea, ¡SIEMPRE!

Pero esto qué difícil es. Sí, seguramente perdonamos pequeñeces que nos han podido ocurrir, pero las cosas grandes, las que nos afectan profundamente, nos cuesta mucho perdonarlas.

Hablamos de perdonar a los demás por el mal que nos han hecho, pero también hablamos de perdonarnos a nosotros mismos por el mal que hemos podido infligir a los demás, o que nos hemos hecho a nosotros mismos.

Para San Agustín, el origen del mal no es otra cosa que el orgullo, y es este mismo orgullo el que nos impide perdonar a los demás y perdonarnos a nosotros mismos. Por eso, en otro momento Agustín nos dirá que la humildad es la primera y más grande virtud en la vida, pero hoy nos va a hablar un momento del orgullo.

 “Los humanos no habrían realizado actos malvados a no ser que una voluntad malvada no hubiera sido la premisa. Ahora bien, ¿Qué otra cosa sino el orgullo podría ser el inicio de esto? ¿Qué es el orgullo sino el deseo de alturas fuera de nuestras posibilidades? Y es una altura fuera de nuestras posibilidades dejar a Dios, a quien debería el alma estar atada como a su fundamento. Pero esto sucede cuando el alma está demasiado satisfecha de sí misma”.

 (La ciudad de Dios 14, 4)

Oración

¿Qué te pediré, buen Jesús? Por medio de ti, Hijo de Dios, han sido creadas todas las cosas: tú has sido creado entre todas las cosas, Hijo de la humanidad. ¿Por qué debemos ir a aprender de ti? “Porque soy manso y humilde corazón”.

(La santa Virginidad 35)