Reflexión agustiniana

Escrito el 07/10/2023
Agustinos


Contigo somos misioneros

Iniciamos el mes de octubre, mes misionero tradicionalmente en el cual hacemos la oración y la colecta del DOMUND con intención de ayudar a los sacerdotes, religiosos y laicos que en países lejanos están llevando el Evangelio de Jesús.

La propuesta pastoral agustiniana para este mes es “contigo somos misioneros”. Es un lema que nos recuerda nuestra participación en el cuerpo eclesial. Cuerpo formado por muchos miembros y diferentes misiones. Los misioneros en países donde el Evangelio o la Iglesia todavía son muy débiles reciben nuestro apoyo por la oración y los donativos. En definitiva, es el Cuerpo de Cristo quien a través de sus miembros continúa realizando la obra evangelizadora. Agustín tiene clara esta realidad cuando escribe a los monjes presididos por el presbítero Eudoxio: Cuando pienso en ese sosiego que tenéis en Cristo, también yo reposo en vuestra caridad, aunque me debato en duros y múltiples trabajos. Somos un solo Cuerpo bajo una Cabeza, para que vosotros seáis activos en mí y yo en vosotros contemplativo; porque, si padece un miembro, compadecen todos los otros; y si es glorificado un miembro, se congratulan todos los otros.” (Carta 48, 1).

Así podemos decir con los misioneros que también nosotros lo somos; y especialmente en este tiempo en que la Iglesia está tomando una mayor conciencia de su ser sinodal, de su ser comunidad de caridad y de misión, de su ser Cuerpo de Cristo unido y guiado por su Espíritu.

Cada uno de los miembros de este Cuerpo de Cristo, es decir, cada bautizado debemos renovar y alimentar nuestra fe para llevar adelante la misión: ser testigos del amor que Dios nos muestra en Jesucristo y anunciar explícitamente su Evangelio de salvación. Y hacerlo de manera concreta y explícita en nuestro entorno vital, pues lo consideramos cristiano, pero cada vez es menos creyente y evangélico. San Agustín recuerda a sus fieles este este compromiso en su predicación: “Ellos [los apóstoles] vieron y oyeron; y nosotros, ¿qué? También nosotros debemos predicar. Pero nada hemos visto. Prediquemos, por tanto, lo que hemos oído, puesto que dice el Apóstol: La fe viene por la escucha, y la escucha por la palabra de Cristo. A Cristo el Señor lo vieron en la carne los habitantes de Judea, pero no los gentiles; y, sin embargo, los que no lo vieron, oyeron y creyeron, mientras que quienes lo vieron lo despreciaron y le dieron muerte. Nosotros, pues, estábamos destinados a oír, no a ver; la visión es algo que nos está reservado, de modo que al fin del mundo veremos lo que ahora creemos. El mismo Señor nos veía de antemano a nosotros cuando decía por el profeta: El pueblo que no conocí me sirvió. Aquel al que conocí me opuso resistencia; aquel al que no conocí me sirvió. ¿A qué se debe que te sirviera el pueblo que no conociste, es decir, al que no mostraste la presencia de tu carne, a cuyos ojos no presentaste tus cicatrices después de la resurrección? ¿A qué se debe el que te sirviera? Sigue leyendo y escucharás: Me obedeció con la obediencia de la escucha.

Decid también vosotros: «No podemos callar lo que oímos y no anunciar a Cristo, el Señor». Que cada cual lo anuncie donde pueda, y será un mártir. Se da a veces que un hombre no sufre persecución, pero teme verse avergonzado. Le acontece, por ejemplo, hallarse en un banquete con paganos, y se avergüenza de proclamarse cristiano. Si tanto teme a su compañero de mesa, ¿cómo podrá despreciar al perseguidor? Anunciad a Cristo donde podáis, a quien podáis y cuando podáis. Se os pide la fe, no la elocuencia; hable en vosotros la fe, y será Cristo quien hable. Pues, si tenéis fe, Cristo habita en vosotros. Habéis escuchado el salmo: Creí, y por eso hablé. No pudo creer y quedarse callado. Es ingrato para con quien le llena a él el que no da; todos deben dar de aquello de lo que han sido llenados. En él nace una fuente tal que conoce el manar, pero no el secarse: Se originará en él una fuente de agua que salta hasta la vida eterna. Le anunciáis con seguridad, porque de la fuente de la verdad no mana la mentira; lo que tenéis en la lengua lo habéis recibido. Si quisierais decir algo personal vuestro, seríais mentirosos. Lo dice el mismo salmo: Yo dije en mi arrobamiento: Todo hombre es mentiroso. ¿Qué significa que Todo hombre es mentiroso? Todo Adán es mentiroso. Despójate de Adán y revístete de Cristo, y dejarás de ser mentiroso. Baste a vuestra caridad lo dicho, puesto que aún hay mucho que hacer.” (Sermón 260 E, 1-2).

P. Pedro Luis Morais Antón, agustino.