Reflexión agustiniana

Escrito el 09/12/2023
Agustinos


Contigo somos familia

La palabra familia ha ampliado su ámbito significativo y, sin embargo, su esencia de amor está más en crisis. Individualismo, soledad, suicidio, violencia, falta de compromiso… son manifestaciones de esta crisis. Oímos que hay falta de vocaciones sacerdotales y religiosas, pero en realidad hay una gran falta de vocación al amor que se manifiesta en la disminución de matrimonios, no solo por la iglesia; del número de hijos, cuando los hay; de sacerdotes y consagrados. En nuestra sociedad occidental hay menos católicos de nombre y, menos todavía, los que viven la religión como relación personal y comprometida con Dios Padre y su familia. En definitiva, estamos viviendo una crisis de Amor.

La pérdida del horizonte trascendente y la oferta de espiritualidades inmanente y a la carta encierran al ser humano cada vez más en sí mismo. Si a esto unimos los pecados de los cristianos que deformamos la imagen de la Iglesia, porque no todo el mundo entiende lo de Santa y pecadora, podremos comprender mucho de la crisis y desorientación de la sociedad actual.

El Papa Francisco desde su servicio pastoral se ha empeñado en una renovación de la Iglesia, signo del amor de Dios, intensificando el diálogo, la acogida, la solidaridad y la comunión. Entiendo que esto sea sinodalidad y, también, lo que queremos significar cuando tradicionalmente hemos llamado a la Iglesia familia por ser la comunión de hermanos hijos de Dios en el Hijo.

Jesús, el Hijo de Dios, no predicó una vida de silencio y soledad, sino una vida de amor y fraternidad, aunque para ello se necesiten momentos de silencio y soledad para el diálogo y discernimiento. Jesús nace en una familia, formada por una mujer y un hombre, en la cual crece, madura y como hombre descubre su misión encomendada por el Padre. La desempeña compartiendo su vida en comunión con sus discípulos, a pesar de algunas desavenencias y traiciones. Y finalmente, nos deja en herencia la Iglesia-familia como signo de su presencia actual y salvadora a través de los tiempos.

También San Agustín tuvo que vivir tiempos convulsos y sufrir en propia carne una división de la Iglesia entre católicos y donatistas, además de la influencia de sectas cristianas más individualistas y de otras religiones. Como padre y pastor de su iglesia de Hipona animaba a sus fieles a vivir como familia de Dios: “El vigor y salud del sacramento, que nos hacen coherederos con Cristo, no existen sino en la unidad y el vínculo de la paz de la Iglesia. Nadie os aparte de Dios; nadie, de la Iglesia; nadie, del padre Dios; nadie, de la madre Iglesia. De Dios os quiere separar el falso mediador al transfigurarse en ángel de luz, y sus ministros, al transfigurarse en ministros de justicia; si no consigue induciros a ritos sacrílegos, intentará separaros de la Iglesia por herejías o por cismas, ofendiendo al Padre cuando se abandona a la Madre. Dos padres hemos tenido, que nos han engendrado mortalmente; dos tenemos, que nos engendran inmortalmente: Dios y la Iglesia. Los primeros nos engendran como sus sucesores; pero Éstos nos engendran para permanecer con ellos. ¿Para qué otra cosa hemos nacido de padres humanos sino para sucederlos cuando mueran? En cambio, el Padre Dios y la Madre Iglesia nos engendran de tal modo que con ellos vivamos por siempre. Cualquiera que participe en ritos sacrílegos o artes mágicas o consulte sobre su vida a astrólogos, augures, arúspices e instrumentos diabólicos, se ha separado del Padre, aunque no se aparte de la Iglesia. En cambio, si alguien se separa de la Iglesia mediante la división, aunque le parezca tener al Padre, perniciosísimamente abandona a la Madre. Y al Padre y a la Madre abandona quien deja la fe cristiana y la madre Iglesia. Conserva tú al Padre, conserva también a la Madre. Eres pequeñín: pégate a la Madre; eres pequeñín: mama la leche de la Madre y, nutrido con la leche, te conducirá hasta la mesa del Padre.” (Sermón 198, 42).

Cristo se ha hecho uno de nosotros. Con Él y contigo somos familia. Feliz celebración del nacimiento del Hijo que nos hace hijos de Dios y hermanos entre nosotros.

P. Pedro Luis Morais Antón, agustino.