Música: Gregoire Lourne, Africa the Cradle of life
Amor a Dios y amor al prójimo
¿Cómo, pues, encontrar significados en estas dos órdenes del Señor aquellos dos preceptos de la caridad? Coge tu camilla, ordena, y anda. Recordad conmigo, hermanos, cuáles son esos dos preceptos. De hecho, deben ser más que conocidos y no sólo venir a la mente cuando yo os los recuerdo, sino que nunca deben borrarse de vuestros corazones. Pensad absolutamente siempre que hay que amar a Dios y al prójimo: a Dios con el corazón entero, con el alma entera y con la mente entera, y al prójimo como a sí mismo. Siempre hay que pensar en esto, meditarlo, retenerlo, practicarlo, cumplirlo. El amor a Dios es primero en el orden de lo preceptuado; el amor al prójimo, en cambio, es primero en el orden de la acción, pues quien mediante los dos preceptos te preceptuó ese amor, no te iba a encomendar primero al prójimo y después a Dios, sino primero a Dios, después al prójimo. En cambio, tú, porque todavía no ves a Dios, amando al prójimo mereces verlo; amando al prójimo purgas el ojo para ver a Dios, pues Juan dice evidentemente: Si no quieres al prójimo al que ves, ¿cómo podrás querer a Dios a quien no ves? He aquí que se te dice: quiere a Dios. Si me dices: «Muéstrame a quién querer», ¿qué te responderé sino lo que asevera Juan mismo: Nadie ha visto nunca a Dios? Pero no debes creerte totalmente excluido de ver a Dios: Dios, afirma, es caridad, y quien permanece en la caridad, permanece en Dios. Quiere, pues, al prójimo y en ti mira la fuente del amor al prójimo; como puedas, verás allí a Dios. Comienza, pues, a querer al prójimo. Parte tu pan al hambriento y mete en tu casa al necesitado sin techo; si ves a alguien desnudo, vístelo, y no desprecies a los miembros de tu raza. Ahora bien, tras hacer esto, ¿qué conseguirás? Entonces irrumpirá tu luz como la matutina. Tu Dios es tu luz, matutina porque vendrá a ti tras la noche de este mundo. En realidad, él ni sale ni se pone, porque permanece siempre. Quien en su ocaso estaba para ti cuando andabas perdido, será matutino para ti cuando regreses. Me parece, pues, que «Toma tu camilla» es haber dicho: Quiere a tu prójimo.
San Agustín, Tratados sobre El evangelio de San Juan 17,8