Píldoras de San Agustín

Escrito el 08/01/2024
Agustinos


 

¡Hola, qué tal, cómo estás!

Los cristianos hemos concluido las fiestas de Navidad este fin de semana con dos Epifanías, palabra que significa “manifestación”.

La primera ocurre en Belén, cuando los Reyes Magos adoran a Jesús en el pesebre y le ofrecen oro, incienso y mirra. Con este gesto manifiestan que Jesús es el nuevo Rey de toda la humanidad.

Y, la segunda, tiene lugar en el río Jordán cuando Juan el Bautista bautiza a Jesús y una voz, la de Dios Padre, manifiesta desde el cielo “este es mi Hijo amado, el predilecto, escuchadle”.

Son dos momentos importantes en la vida de Jesús relacionados con el comienzo de algo. En el primer caso, el inicio a la vida acompañado por María y José en Belén y, en el segundo, el inicio en la misión enviado por Dios para anunciar su Reino.

Y es que, en Jesús, desde su nacimiento, se nos manifiesta la presencia del Mesías, del elegido, del salvador del mundo.

 Así nos lo da a entender San Agustín en el siguiente texto:

“Él está en el pesebre, pero encierra el mundo. Él se nutre del seno, pero es comida para los ángeles. Él está envuelto en pañales, pero nos reviste con la inmortalidad. Él no encontró puesto en la posada, pero crea para sí mismo un templo en los corazones de los creyentes. Para que lo débil pudiera devenir fuerte, la fuerza se hizo debilidad”.

(Sermón 190, 4)

Oración:

“Mi fe te invoca, Señor, la fe que tú me has dado y has inspirado en mí por medio de la Encarnación de tu Hijo y por la misión de aquél que anuncia”.

(Confesiones, 1,1)