Reflexión agustiniana

Escrito el 20/01/2024
Agustiniana


Origen del proyecto de vida consagrada

Agustín se dio cuenta que todos los que estaban con él, en Casiciaco: Alipio, su madre, los jóvenes Licencio y Trigecio, tendían con aplicación, y cada uno con sus medios, hacia el conocimiento de Dios, pero lo hacían sin observar el debido orden, el orden indispensable a la naturaleza de la inefable majestad. En todo se necesita orden, pero sobre todo cuando se trata de llevar a los discípulos, junto con el maestro, al conocimiento de Dios: “Viendo yo aquí con qué afán y entusiasmo buscaban todos a Dios, pero sin tener un concepto claro del orden, con que se llega a la inteligencia de su inefable Majestad, les dije: Os ruego que, si amáis mucho el orden, no permitáis en vosotros ninguna precipitación ni desorden” (Del orden 2, 7, 24). El orden que lleva al conocimiento de Dios tiene dos aspectos, uno intelectual y otro moral. En el libro Del orden 2, 8, 25 Agustín formula, para uno de sus jóvenes discípulos, los llamados preceptos de la vida o para vivir (Cf. Del orden 2, 9, 26-27). El Agustín de Casiciaco no tiene claro que la subida hacia el conocimiento de Dios fuese determinada por acumular conocimientos. En la búsqueda de Dios, el alma tiene, según el joven Agustín, un gran esfuerzo que realizar, debe purificarse con la observancia de los preceptos, por otra parte, ha de habituarse a mirar y buscar la unidad que está en el fondo de lo múltiple. Una vez el alma se unifica, una vez hecha bella y armoniosa, podrá contemplar a Dios (Cf. Del orden 2, 19, 51). Pero esto ha de comenzar con la enumeración de los preceptos a vivir para llegar a la contemplación de la belleza divina. Esta es la misma estructura de la Regla, por lo que podemos llamarla su primera Regla.

La belleza es uno de los temas predilectos de Agustín que está presente en toda su producción literaria y que tiene una profunda riqueza, con frecuencia cuando habla de la belleza se refiere al buen comportamiento humano. El talante lo podemos comprobar cuando Agustín afirma ¿amamos otra cosa que lo bello? ¿Qué nos gusta en lo bello, por qué lo amamos? El Agustín de Casiciaco ha respondido a esta pregunta y dice que lo que le agrada en lo bello es la unidad. Por tanto, afirma que solo amamos lo bello, que lo que nos gusta en lo bello es lo armonioso, su unidad y que lo bello, en última instancia, es lo bello de las cosas divinas, de la sabiduría y es que nada deseamos fuera de la Sabiduría (Cf. Soliloquios 1, 14, 25). En la Regla, en el último capítulo, habla de ser “amadores de la belleza espiritual”. En el Contra académicos habla de la philocalia, que es el nombre del amor a la belleza, que es hermana de la filosofía, aunque en Retractaciones parece que nos dice que el amor a la belleza es idéntico al amor de la sabiduría, que es la belleza suprema (Cf. Retractaciones 1, 1, 3).

Agustín nos dice que tenemos que estar muy atentos para salir de las tinieblas y enamorarse de la luz e intentar volar hacia el propio cielo: “Esfuérzate con ahínco, durante esta vida terrena, por no enviscar las alas del espíritu; es necesario que estén íntegras y perfectas para volar de las tinieblas a la luz, la cual no se digna mostrar a los encerrados en esta prisión a no ser tales que, desmoronada ésta, puedan gozar a su aire” (Soliloquios 1, 14, 24). El alma ha de capacitarse para ver la inteligible belleza: “Pues contemplando aquella hermosura soberana y verdadera le crecerá el amor, y si no fijare sus ojos con poderosa fuerza, sin retirarlos de allí para mirar a otra parte, no podrá permanecer en aquella dichosísima contemplación… Y cuando después de la vida presente toda se recogiera en Dios, quedará la caridad con que se permanece allí” (Soliloquios 1, 7, 14).

Santiago Sierra, OSA