Convento de San Agustín de Jaén
La fundación del convento de Jaén data del año 1504, aunque pasó por diversas situaciones hasta consolidar su fundación definitiva en la ciudad. El año 1585 se asentaron los agustinos en el centro de la ciudad por un acuerdo con el Ayuntamiento con la idea de crear un colegio-universidad, aunque sin el beneplácito del obispo, por lo que hubieron de recurrir a Roma. Las gestiones para la fundación las llevó a cabo Fr. Marcelo de Lebrija, por orden del provincial de Andalucía, y después de muchos recursos se confirmó la fundación de los agustinos en la ciudad.
Por fin, se instalaron definitivamente en el casco urbano el año 1588 con seis religiosos, algunos venidos del cercano convento de Huelma. Como sucedió en otras ciudades, tuvieron que resolver varios pleitos con las otras órdenes religiosas que se oponían a su establecimiento, alegando el alto número de conventos y la pobreza de los mismos. El convento agustino de Jaén fue el tercero de los que tenían los agustinos en la diócesis de Jaén, junto con el de Huelma y el de Barranco de Cazalla. Todos ellos pertenecientes a la provincia agustina de Andalucía. Todavía el convento de Huelma hizo donación de una huerta que poseían en la ciudad al nuevo convento.
Este convento era modesto y sin las cátedras que se habían previsto en un primer momento y apenas residían media docena de religiosos. De todos modos, el convento era espacioso y de construcción sólida. Tenía un patio amplio con una fuente artística que rodeaba un claustro de 20 columnas de orden dórico. Cerca del claustro se hallaba la torre de San Agustín y la puerta de la muralla, llamada también de San Agustín.
El corto número de religiosos del convento atendían a la predicación y a la confesión, con permiso del señor obispo. Al entrar los franceses en la ciudad en 1808 la iglesia fue incendiada y se produjeron muchos destrozos en el convento, lo que obligó a los frailes a salir de recinto conventual y residir en unas casa particulares, siendo utilizado el convento como cuartel. En la desamortización los agustinos se vieron obligados a abandonar el cenobio. Desde ese tiempo se mantuvo como cuartel, hasta que fue derruido en 1922 y en su solar se construyó la casa de Correos.
A pesar de ser un convento pequeño, los agustinos dejaron huella en la ciudad y su nombre se mantiene en diversas instalaciones e incluso en la cooperativa de aceite, un instituto de enseñanza, la plaza de San Agustín y alguno más.
Fr. Ricardo Paniagua