¡Hola, qué tal, cómo estás!
En esta semana tenemos la fiesta de la conversión de San Pablo. Por su predicación, el evangelio sale de la tierra de Palestina y se esparce por el resto del mundo no judío, se hace universal.
Gracias a esta labor que comienza Pablo, ha sido posible que llegue hasta nosotros el mensaje del Reino de Dios, llevado a cabo por Jesús a través de sus palabras y sus obras.
Un Reino de Dios que ya se venía anunciando y manifestando a lo largo de la historia del pueblo de Israel. Una historia que la encontramos recogida en los libros de la Biblia, concretamente en el Antiguo Testamento.
Y es en uno de estos libros, en el primero de ellos, conocido como el Genesis, donde aparece la figura de Abraham, de quien se habla como “padre en la fe”. Él tenía tanta fe y confianza en Dios, que no dudó en ofrecerle a su hijo en sacrificio, si así hubiera sido su voluntad.
Hoy, San Agustín no remite a la piedad y fe de Abraham como ejemplo a seguir en nuestra vida cotidiana aquí en la tierra:
“Hagamos cada día lo mejor que podamos para avanzar hacia Dios, sin dejarnos llevar por las cosas caducas que debemos dejar detrás de nosotros en este mundo. Sigamos con atención la fe de Abraham, pues él también es nuestro padre. Imitemos su piedad y su fe. Seamos cristianos y extranjeros sobre esta tierra. No permitamos que alguno de nosotros se asuste, nuestra patria no está en este mundo”.
(Sermones 16 A, 13)
Oración:
“Dios examina a los ricos y a los pobres, no según sus bienes y sus casas, sino según la riqueza de sus corazones”.
(Enarraciones sobre el salmo 40, 3)