Reflexión agustiniana

Escrito el 17/02/2024
Agustinos


Arrastrad a todos

La vocación de la iglesia a la universalidad es también la vocación de cada uno de sus miembros, es decir, todos y cada uno de los fieles debemos tener la preocupación de ganar para Dios a todos los hombres de todos los pueblos, no podemos conformarnos con los que ya hemos conocido y aceptado la Buena Noticia del Reino. Para Dios, y debe ser también para nosotros, los que aún no creen son también candidatos a la Iglesia: "Siendo tal tú, anuncias a Cristo. ¿Qué fiel no anuncia a Cristo? Atienda vuestra caridad ¿Pensáis que sólo nosotros, que estamos de pie aquí, anunciamos a Cristo y que vosotros no lo anunciáis? ¿Cómo es que vienen a nosotros, queriendo ser cristianos, aquellos a los que nunca vimos, aquellos a los que no conocemos, aquellos a los que jamás hemos predicado? Pero ¿creyeron sin haberles nadie anunciado la palabra de Dios? El Apóstol dice: ¿Cómo creerán a aquel que no oyeron y cómo oirán, si no hay quien predique? Luego toda la Iglesia predica a Cristo y los cielos anuncian su justicia, porque todos los fieles, para quienes es un deber ganar para Dios a los que aún no han creído, si lo hacen por caridad son cielos... Arrebatad, conducid, arrastrad a cuantos podáis. Estad seguros que los lleváis hacia Aquel que no desagrada a los que le contemplan y rogad que los ilumine y que miren bien" (Comentarios a los Salmos 96, 10).

Desde Agustín tenemos que decir que una de las misiones más importantes que tienen los miembros de la Iglesia es conquistar a otros miembros para esta Iglesia, pero esta misión la reciben del mismo Cristo, porque son enviados por El para ganar a otros; así hemos nacido nosotros (cfr. Comentario a Juan 31, 11). Es la misión del amor, es decir, si amamos a Dios, no podemos por menos de hablar de él a todos los que nos encontremos y de llevarlos hasta él: "¿Cuál ha de ser tu ocupación? Alabar a quien amas y conseguir amadores para que le amen contigo. Si amases al auriga, ¿no arrastrarías a todos para que le aclamasen contigo? El amante del auriga, en dondequiera se halle, habla de él para que con él también le amen los demás. ¡Gratuitamente son amados los hombres disolutos, y se recaba premio de Dios para amarle! Ama gratuitamente a Dios. No rehúses llevar a Dios a cuantos puedas. Arrastrad hacia El a cuantos podáis, a cuantos le habéis de poseer" (Comentarios a los Salmos 72, 34). Cuando decimos que es la misión del amor el comunicar a otros las grandes riquezas encontradas, estamos diciendo que no amamos a nuestros hermanos si no les llevamos a que amen a Dios: "amamos con verdad a nuestro prójimo como a nosotros mismos cabalmente cuando, según nuestras posibilidades, le conducimos a un semejante amor de Dios" (Carta 130, 14). Y es que "nadie ama al prójimo sino quien ama a Dios y trata con todas sus fuerzas de que ame también a Dios ese prójimo a quien ama como a sí mismo. Si no ama a Dios, no se ama a sí mismo ni al prójimo" (Carta 167, 16).

Evidentemente esto exige poner toda la carne en el asador, exige esforzarse: "Tratemos, pues, con todas nuestras fuerzas de que lleguen también a Él aquellos a los que amamos como a nosotros mismos, si amando a Dios sabemos amarnos a nosotros mismos" (Carta 155, 14). En la carta que escribe a Leto, Agustín le habla de la mies del Señor e invita al joven a ser evangelizador de los pobres, superando toda tibieza, pero siempre desde el orden en el amor: "Si tienes ordenada la caridad, has de saber anteponer lo mayor a lo menor y dejarte mover por la misericordia, para que sean evangelizados los pobres, para que no quede a merced de las aves por falta de segadores la copiosa mies del Señor, para tener preparado el corazón a seguir la voluntad de Dios, tanto en los dolores como en los favores que dispensa a su siervo. Medita esto, mantente en esto, para que tu progreso sea notorio a todos. Por favor, cuídate de no causar mayor tristeza a tus hermanos con la tibieza actual que la alegría que les causaste con tu diligencia" (Carta 243, 12).

Santiago Sierra, OSA