Reflexión agustiniana

Escrito el 24/02/2024
Agustinos


Contigo somos solidarios

La palabra “caridad” que según el diccionario de la RAE es la “actitud solidaria con el sufrimiento ajeno” parece un término devaluado en el lenguaje de las nuevas generaciones. Tal vez por venir del ámbito religioso, en nuestras sociedades más laicas se ha preferido el término solidaridad al de caridad para indicar la ayuda ofrecida a los que sufren algún tipo de necesidad física o psicológica.

Necesitamos revalorizar la palabra caridad, pero sobre todo encarnarla en la vida como “virtud teologal que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo” (RAE) con acciones concretas de solidaridad, compasión, piedad, misericordia, humanidad, altruismo, desprendimiento, filantropía, generosidad, liberalidad y magnanimidad.

La caridad es el amor más elevado, pues es el amor desinteresado de gratitud a Dios y a los hermanos. Ella es la mayor y mejor manifestación de solidaridad entre los seres humanos, pues cada uno de nosotros es rico y pobre en algún aspecto de nuestro ser. En la audiencia de los miércoles el Papa Francisco comentaba que algunos ricos “olvidan la predicación evangélica, que no afirma que las riquezas sean en sí mismas un pecado, pero sí que son ciertamente una responsabilidad. Dios no es pobre: es el Señor de todo, pero -escribe San Pablo- ‘siendo rico, se hizo pobre por nosotros, a fin de enriquecernos con su pobreza’ (2Co 8,9).” (24-01-2014).

San Agustín no utiliza la palabra solidaridad, pero sí expresa su realidad y necesidad fundamentándola en el Cuerpo de Cristo donde sus miembros se ayudan unos a otros es sus necesidades con sus propias riquezas: Alguna vez también el rico es pobre y recibe algo del pobre. Se acerca un individuo, tanto más débil cuanto es más rico, a un río; si, desnudándose, atravesase el río, se enfriaría, enfermaría, moriría; se acerca un pobre robusto, traspasa al rico; dio al rico una limosna. Luego no penséis que únicamente son pobres aquellos que no tienen dinero. Ve en el individuo en qué cosa es cada uno pobre, porque quizás tú eres rico en lo que él es pobre, y, por tanto, tienes de qué prestarle. Quizás le prestes tus miembros, y esto es mucho más que si le dieses dinero. Necesita consejo: tú eres hombre de consejo; él es pobre; tú eres rico en cuanto al consejo. Ve que no trabajas ni pierdes nada; das el consejo y diste limosna. Ahora, hermanos míos, al hablaros, ante mí estáis como pobres, y, porque el Señor se dignó darme, os doy de ello a vosotros; así todos recibimos de Aquel que únicamente es rico. El Cuerpo de Cristo está constituido así; de este modo se unen y adunan los miembros comunes mediante la caridad y con el vínculo de la paz cuando cada uno ofrece lo que tiene al que carece de ello. Es rico por lo que tiene, es pobre por lo que carece. Estimaos así, amaos así. No miréis únicamente por vosotros; atended a los indigentes que están junto a vosotros. Pero como en esta vida se llevan a cabo estas cosas con trabajos y miserias, no desfallezcáis. Sembráis con lágrimas, recogeréis con gozo.” (Comentario al salmo 125, 13).

Otro ejemplo de solidaridad lo presenta Agustín en la predicación a su pueblo de Hipona: Vuélvete ya también al otro precepto: Llevad mutuamente vuestras cargas. En efecto, llevas la carga que te ha impuesto Cristo, un peso gracias al cual puedes llevar con otro el propio peso. Él es pobre, tú eres rico; a él le pesa su pobreza, peso del que careces tú. Estate atento cuando él te interpele a no decir: Cada uno llevará su propia carga. Es el momento de escuchar este otro precepto: Llevad mutuamente vuestras cargas. La pobreza no me oprime a mí, sino a mi hermano. Piensa si las riquezas no son para ti el peso que más te oprime. A ti no te pesa la pobreza, pero te pesa la riqueza. Si bien lo piensas, es una carga. Aquél tiene una, tú otra. Ayúdale a llevar la suya y que él te ayude a llevar la tuya, de esta forma lleváis mutuamente vuestras cargas. ¿En qué consiste el peso de la pobreza? En no tener. ¿Y el de las riquezas? En tener más de lo necesario. Uno y otro estáis cargados. Lleva con él su no tener, y lleve él contigo el tener más de lo necesario, para que se igualen vuestras cargas. Si das a quien está necesitado, le disminuyes su peso, que consistía en no tener; al darle, comienza a tener: se ha reducido el peso de no tener. Al mismo tiempo ha disminuido tu propia carga, que llamamos tener más de lo necesario. Los dos avanzáis por el camino del Señor mientras dura la peregrinación de esta vida temporal; tú, cargado con grandes y superfluos dispendios; él, en cambio, sin nada. Se juntó a ti deseando ser tu compañero: no lo mires con indiferencia, no lo desprecies, no lo abandones. ¿No adviertes cuán grande es el peso que arrastras? Dale una parte a quien nada lleva y nada tiene, y así ayudarás al acompañante y tú te aliviarás. En mi opinión, ha quedado suficientemente expuesta la frase del Apóstol.” (Sermón 164, 9).

Que el Señor de la vida, nos conceda un corazón solidario que ame con amor de caridad, a Dios por gratitud y a nuestros semejantes por compasión.

P. Pedro Luis Morais Antón. Agustino.