Reflexión agustiniana

Escrito el 04/05/2024
Agustinos


Contigo María somos ternura

En el diccionario de la RAE, una de las acepciones de la palabra ternura es “Sentimiento de cariño entrañable.”, dicho de otra manera, es la inclinación de amor que se siente hacia alguien de forma muy íntima y afectuosa. Creo, pues, que es una palabra que define muy bien el mes de mayo el cual hace referencia a tres manifestaciones de esta ternura: María, las mamás y el Espíritu Santo.

El mes de mayo en nuestra cultura católica es por tradición el mes de María a la cual dedicamos las flores manifestación de la nueva vida que trae la primavera. También el primer domingo de mayo conmemoramos entrañablemente a nuestras madres a las cuales agradecemos vida, entrega y dedicación a sus hijos y, por último, pero no por ello menos importante, en el mes de mayo celebramos la solemnidad de Pentecostés. Estas tres realidades están unidas por el misterio del amor, esa realidad profunda y entrañable que genera vida y plenitud a través de la donación generosa del amante como lo hace Dios con el don de su Espíritu Santo, como lo hizo María guiada por ese mismo Espíritu al entregar su vida a la misión de ser Madre de Dios y como lo han hecho nuestras madres acogiendo la nueva vida en su vientre y desgastándose por nosotros.

Agustín como doctor del amor y de la gracia ha hecho experiencia vital de esta realidad y por ello habla al pueblo no solo desde la cabeza, sino también desde el corazón enamorado dice de la concepción de Cristo: “Por su santa concepción en el seno de una virgen, efectuada no por el ardor de la concupiscencia carnal, sino por el fervor de la caridad y de la fe, se dice que nació del Espíritu Santo y de la virgen María, correspondiendo el primer término no al engendrador, sino al santificador, y el segundo, a quien lo concibió y alumbró. Por eso -dijo- lo que nazca de ti será santo y será llamado hijo de Dios«Santo», porque «del Espíritu Santo»; puesto que «nacerá de ti», por eso «de la virgen María». Es «hijo de Dios»; en consecuencia, la Palabra se hizo carne.” (Sermón 214, 6).

Dar a luz al Hijo de Dios en la tierra, es un acontecimiento que engrandece a la mujer María, que se convierte en Madre de Dios, pero no es eso lo que la ha hecho grande, sino acoger precisamente la voluntad de Dios al acoger su Espíritu Santo: “¿Qué madre o qué hermanos tengo? Y, extendiendo la mano sobre sus discípulos, dijo: «Éstos son mis hermanos», y: «Todo el que hiciere la voluntad de mi Padre, ése es para mí madre y hermano y hermana»; también, pues, María, que hizo la voluntad del Padre. Esto ha alabado en ella el Señor: que hizo la voluntad del Padre, no que la carne engendró la carne. Atienda Vuestra Caridad. Por eso, cuando el Señor se manifestaba admirable entre la turba porque hacía signos y prodigios, y al mostrar qué se escondía en la carne, ciertas personas dijeron admiradas: «Feliz el vientre que te llevó», y él: Más bien, felices quienes oyen y custodian la palabra de Dios. Esto equivale a decir: también mi madre, a quien habéis calificado de feliz, es feliz precisamente porque custodia la palabra de Dios; no porque en ella la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, sino porque custodia la Palabra misma de Dios mediante la que ha sido hecha y que en ella se hizo carne. No se alegren los hombres por la prole temporal; exulten si mediante el espíritu están unidos a Dios.” (Comentario al Evangelio de san Juan 10, 3).

Termino con las palabras de san Agustín invitándonos a permanecer en la Madre Iglesia si queremos recibir el amor de Dios que derrama el Espíritu Santo: “El Espíritu Santo obra en la Iglesia lo mismo que el alma en todos los miembros de un único cuerpo. Mas ved de qué debéis guardaros, qué tenéis que cumplir y qué habéis de temer. Acontece que en un cuerpo humano, mejor, de un cuerpo humano, hay que amputar un miembro: la mano, un dedo, un pie. ¿Acaso el alma va tras el miembro cortado? Mientras estaba en el cuerpo, vivía; una vez cortado, perdió la vida. De idéntica manera, el hombre cristiano es católico mientras vive en el cuerpo; hacerse hereje equivale a ser amputado, y el espíritu no sigue a un miembro amputado. Por tanto, si queréis recibir la vida del Espíritu Santo, conservad la caridad, amad la verdad y desead la unidad para llegar a la eternidad. Amén.” (Sermón 267, 4).

Con la Iglesia, Madre, y con María, Madre de la Iglesia, seamos ternura para el mundo.

P. Pedro Luis Morais Antón. Agustino.