"En el Monasterio"
El último día de nuestro espacio “Sabías que…” hemos visto que de los monasterios de inspiración agustiniana es de donde salió la reforma de la Iglesia africana. Ellos proporcionaron obispos sabios y santos a numerosas ciudades.
Agustín no duda en asumir en sus monasterios y para sus monjes un estilo de vida en la que todos tengan un solo corazón y una sola alma, dirigida hacia Dios y donde se compartan los bienes, tanto materiales como espirituales. Los monjes no deben tener nada como propio, sino que todo ha de ser de todos y a cada uno se le debe dar según lo que necesite.
Así, quienes opten por vivir con Agustín en el monasterio tienen que, sobre todo, además de renunciar al matrimonio y obedecer al superior, hacer voto de pobreza.
En esto, el obispo de Hipona es el primero en dar ejemplo. Se cuenta que sus vestidos, calzado y ajuar doméstico eran modestos y adecuados. Los alimentos escasos y sencillos. Abundaban las verduras y legumbres y, algunas veces, la carne, por deferencia a los huéspedes y a personas que estuvieran delicadas de salud.
De plata usaba sólo las cucharas; el resto de la vajilla era de arcilla, de madera o de mármol. Se mostraba siempre muy hospitalario con las personas que llegaban al monasterio y, en la mesa, le atraía más la lectura y conversación que el apetito de comer y beber.
Contra el vicio de la murmuración tenía este aviso escrito en verso: “El que es amigo de roer en vidas ajenas, no es digno de sentarse a comer en esta mesa”. Por eso indicaba a los huéspedes que no quería en su monasterio nada de conversaciones con chismes y hablando mal de los demás.
Agustín nunca olvidaba a los compañeros en su pobreza. Les ayudaba de lo que tenían él y sus comensales, esto es, de las rentas y posesiones de la Iglesia, o de las ofertas de los fieles.
Hasta aquí hemos llegado en el día de hoy, en otro momento de nuestro espacio seguiremos hablando de Agustín, el obispo de Hipona.