¡Hola, qué tal, cómo estás!
Hoy, 1 de julio, comienza un nuevo mes y, para muchos, es un tiempo de vacaciones. Ya sea en casa, en algún otro lugar del propio país o en otro país, la idea es descansar, estar con los amigos, la familia.
Son días sin horarios rígidos, con mucho tiempo libre para hacer lo que a uno le gusta. De ahí que es un tiempo lleno de ilusiones, en busca del buen rollo, como se suele decir.
Ahora bien, algunos dicen que las vacaciones también es un momento complicado, porque se convive más horas juntos, en el mismo espacio. La mente está más libre, no está tan ocupada con el trajín de la vida diaria del trabajo. Hay más tiempo para dar vueltas a las cosas, pudiéndose crear los malos rollos.
Y, dado que la mente, el pensamiento, se alimentan de lo que hay en el corazón, en el interior, en lo profundo de uno mismo, las vacaciones pueden ser también un buen momento para revisar todo esto. Porque del corazón surgen los pensamientos, que se convierten en palabras, que se utilizan en las conversaciones. Y todo ello confluye para que exista un buen o mal rollo.
San Agustín tiene clara la relación que se da entre corazón, pensamiento y palabra o voz:
“Observa que, si pienso en aquello que tengo intención de decir, la palabra ya está en mi corazón. Pero si deseo hablarte, estoy interesado en hacer presente a tu corazón lo que está ya presente en el mío. Entonces, buscando una manera para dejar que la palabra que está en mí te llegue y permanezca en ti, recurro a mi voz. Su sonido te comunica mi palabra y su significado. Cuando se acaba, se desvanece. Pero mi palabra está ahora en ti, sin haberme dejado nunca”.
(Sermones 293, 3)
Oración:
“Te pido, mi Dios, el revelarme a mí mismo”
(Confesiones 10, 1)