Música: Gregoire Lourne, Africa the Cradle of life
Amadores de vida eterna
Si se toleran las fatigas, peligros y catástrofes de, la vida transitoria por esa misma vida que un día tiene que terminar; si se toleran, no para suprimir la muerte, sino para diferirla un breve espacio de tiempo, ¿cuánto mejor hemos de tolerarlos por la vida eterna, en que la naturaleza no tiene que evitar con angustia la muerte, ni la cobardía es víctima del torpe miedo, ni la sabiduría tiene que sufrir con fortaleza? Para nadie habrá lo que no existirá. ¡Que la vida eterna te cuente, pues, entre sus amadores! ¿No ves cuan ardientes amadores tiene esta vida miserable y desamparada y cuánto los liga a su suerte? Turbados ellos por el riesgo que corre la vida, la ponen un término más rápido con ese mismo miedo de terminarla. Mientras huyen de la muerte, la aceleran. Son como aquel que se lanza a la corriente arrolladora del río por huir del ladrón o de la fiera. Cuando ruge la tempestad, lanzan a veces los alimentos; arrojan los medios de vida para vivir, para que no se acabe presto el vivir aunque sea en fatigas. ¡Con cuántos sudores se obtiene el poder sudar durante más tiempo! Y cuando la muerte comienza a amenazar, se la rehúye para que dure el miedo más y más. Entre tantos accidentes de la fragilidad humana, ¡cuántas muertes se temen, siendo así que con una que venga ya no hay que temer a las demás! Y, con todo, se huye de una para seguir temiéndolas todas.
San Agustín, Carta 127, 2