¡Hola, qué tal, cómo estás!
Nos encontramos a mitad del mes de septiembre y lo niños y jóvenes ya han comenzado las clases. La mayoría de ellos lo han hecho con gran alegría, al reencontrarse con los amigos y profesores.
Y esto que decimos de los colegios, también ocurre en las parroquias. Septiembre es el mes para poner en marcha el engranaje de la actividad pastoral. Las carteleras que están a las entradas de las iglesias se llenan de avisos, de convocatorias.
Nos encontramos con anuncios de catequesis de comunión, de confirmación, de primeros sacramentos para personas adultas, cursillos de bautismo, prematrimoniales, horarios de cáritas, reuniones de todo tipo para jóvenes, adultos, mayores, con el objetivo de formarse, estudiar la biblia, rezar, etc.
Un montón de ofertas, de posibilidades para seguir creciendo en la fe, la esperanza y el amor. Y, al igual que la alegría es una característica del comienzo del cole, también lo es del inicio, un año más, de las actividades de la parroquia, del encuentro de la comunidad cristiana con el Señor. Y así nos lo señala San Agustín:
“La alegría: ¿quién puede vivir sin ella? ¿Crees que los que veneran, adoran y aman a Dios no tienen alegría? ¿Crees que las artes, el teatro, la caza, el atrapar aves y la pesca llevan alegría, pero las obras de Dios no hacen lo mismo? ¿Crees que la meditación no da alegría interior?
(Enarraciones sobre los salmos 76,14)
Oración:
“Dios, ven a mí en tu benevolencia. Tú eres la bondad y la belleza, en ellas y por ellas y mediante ellas todas las cosas son buenas y hermosas”
(Soliloquios 1, 1)