"La herencia de San Agustín"
San Posidio dice lo siguiente al concluir la primera biografía de San Agustín:
“No hizo ningún testamento porque, como pobre de Dios, nada tenía que dejar. Dejó, eso sí, a la Iglesia sacerdotes suficientes y monasterios llenos de religiosos y religiosas. En sus escritos se manifiesta ciertamente, cómo aquel sacerdote, tan agradable y amado de Dios, vivió según la saludable y recta fe, esperanza y caridad de la Iglesia católica.
Y los que leen sus libros acerca de las cosas de Dios salen aprovechados. Si bien yo creo, dice san Posidio, que, sin suda, pudieron recabar mayor provecho los que le oyeron y vieron predicar en la Iglesia y, sobre todo, conocieron su vida ejemplar entre los hombres”.
Hasta aquí la cita de su biógrafo san Posidio, pero yo quisiera terminar esta serie sobre la vida de San Agustín hablándote del libro de las Confesiones. Es la más famosa de sus obras, la que se lee con más gusto, la que siempre emociona, como también le emocionaba a él.
En este escrito Agustín refleja la vida de su corazón. A Dios van dirigidas todas y cada una de las líneas de la obra. Las Confesiones son una oración a Dios, que se oculta o que se manifiesta, pero que siempre está presente.
En las Confesiones se encuentran dos personas, Dios y Agustín, que se mueven en torno a distintos amores y que acaban en el afecto recíproco. Dos caminos divergentes que, de forma maravillosa, terminan juntándose.
La historia de Agustín ha sido similar a la de muchas personas, jóvenes y mayores, y seguirá siéndolo todavía. El obispo de Hipona lo sabía; por eso se propuso escribir este libro con la mano del corazón y con la tinta de sus lágrimas.
Te animo a que leas el libro de las Confesiones y descubras, al igual que lo hizo Agustín, que “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquiero hasta que descanse en ti” .