Historia y personajes

Escrito el 27/02/2025
Agustinos


Convento de san Agustín de Haro

El convento de San Agustín de Haro pertenecía a la Provincia Agustiniana de Castilla y era uno de los más antiguos de la misma, ya que se habla de sus orígenes en 1390, según un Breve expedido en Aviñón en tiempos de antipapa Clemente VII. Parece que los fundadores vinieron del convento de Burgos. El patrono fue D. Diego López de Haro que les ofreció solares y fondos para la construcción, pero serán su hija Clara Sánchez y Juan de Salcedo los que ejecuten el testamento y ofrecieron el solar y el Señor de Haro donó 3.000 maravedíes y su apoyo y los permisos necesarios

Una vez construida la casa llegaron los religiosos de Burgos, pero las autoridades eclesiásticas locales pusieron todo tipo de trabas a la instalación de los frailes y exigieron su retirada. Ante la agresión del Vicario y algunos vecinos los agustinos recurrieron al Papa Gregorio XI, que falló a favor de los agustinos en un breve de 1390. Esto nos indica que los religiosos estaban instalados en la vida con anterioridad de esa fecha.

El primer lugar donde se asentaron era insuficiente y adquirieron otros espacios en solares contiguos. El edificio se construyó en un primer momento en el siglo XV y se renovó completamente en el XVII, que es el que ha llegado hasta nuestros días. Superados los problemas de los primeros años la vida de los religiosos trascurrió con normalidad. La comunidad estaba compuesta con unos quince miembros y tenía noviciado, estudio de Artes y atendía a la población en el confesonario y la predicación y asistencia a los moribundos.

Entre los religiosos destacados se habla del prior de 1545 Fr. Juan de Zaldivar y el historiador Fr. Jerónimo Román. Este último escribió varios textos históricos y llegó a ser Cronista de la Orden, muriendo en el convento de Medina del Campo. El convento adquirió un importante papel religioso y político en la villa, lo que a veces le originó conflictos con el obispo de Calahorra y con los clérigos de Santo Tomas, que no aceptaban de buen grado la atracción que los frailes ejercían con los vecinos.

En el siglo XVII se reconstruyó el convento y se hicieron nuevas instalaciones. El claustro se renovó en el siglo XVIII y estaba al sur de la iglesia y era de forma cuadrada con seis arcos de medio punto y pilastras toscanas . Tiene tres pisos, incluido el bajo, con vanos adintelados y óculos, y en lo alto el escudo del corazón agustiniano. Las naves se cubren con arcos de diafragma sobre ménsulas y las columnas toscanas. La portada está situada ente la iglesia y el convento, con un acceso adintelado y adornado en la clave con hojas de acanto. Encima un balcón y el escudo de la Orden

El siglo XIX será catastrófico para él, como lo fue para el clero regular en España. El primer acontecimiento grave fue la invasión francesa con los espolios y robos que realizaron las tropas francesas. Además, utilizaron el convento como cuartel y después como hospital, con los destrozos consiguientes, dejando el edificio casi inservible. Los agustinos volvieron en 1814 y arreglaron los elementos básicos para poder instalarse.

En 1835 se decreto la Desamortización y el cierre del convento. Tanto el convento como sus propiedades se sacaron a subasta y vendidas. El edificio fue entregado al Ayuntamiento que lo usó para diversos usos, como cárcel, escuelas, teatro, hospital y residencia. Años más tarde se creó una residencia de ancianos que duró hasta finales del siglo XX. Posteriormente fue adquirido por un cadena hostelera, que ha instalado un hotel llamado “Los Agustinos”, frente a la plaza llamada de San Agustín.

Lamentablemente la iglesia fue destruida, conservando solo el convento, construyendo en el solar el teatro Bretón de los Herreros. Algunas capillas eran de patronato y estaban enterrados personajes importantes de la villa y algunas de sus imágenes pasaron a la iglesia de Santo Tomás, como la de San Agustín y Ntra. Sra. del Rosario. Algunos de sus elementos constructivos están repartidos por algunos locales de la ciudad.

      Fr. Ricardo Paniagua, OSA