Píldoras de San Agustín

Escrito el 30/06/2025
Agustinos


 

¡Hola, qué tal, cómo estás!

Ayer hemos tenido los agustinos, en la Basílica del Monasterio de El Escorial, la ordenación de seis jóvenes de diáconos. Este es el paso anterior al sacerdocio y lo tienen que ejercer durante unos meses.

El diaconado nació en la Iglesia para que hubiera personas que se dedicaran al servicio, a la ayuda a los demás, a la caridad. De esta manera, los apóstoles podían dedicase enteramente a la predicación, al anuncio del mensaje de Jesús.

Como se puede ver, desde sus inicios la comunidad cristiana tenía claro que debía evangelizar, hablar del Reino de Dios. Ahora bien, también tenía claro que debía poner en práctica lo predicado, especialmente con los más pobres y necesitados.

Hoy en día, a la tarea de la caridad, del servicio material, se le unen al diácono otros trabajos dentro de la Iglesia, como son bautizar, bendecir matrimonios, asistir a los enfermos con el viático, predicar, evangelizar, catequizar. Todo excepto presidir la misa y confesar.

El diácono da todo lo que tiene, tanto lo relacionado con las necesidades materiales, como con las espirituales. De ahí que ejerza la caridad con sus manos y el corazón y, la predicación, con su voz e igualmente con el corazón.

Nos dice San Agustín:

“Algo que no puedo hacer es darte todo el pan que puedes tocar y ver. Pero tu parte es esta palabra. Te doy el alimento del que yo mismo vivo. Yo soy tu siervo, no el patrón de la casa”.

(Sermones 339,4)

Oración:

No existíamos, aunque estábamos predestinados, enemigos, aunque llamados y pecadores, aunque justificados. Demos gracias a Dios y no seamos ingratos”.

(Sermones 158,3)