Realidades que nos interpelan… y Objetivos
- Inmersos en el “Año de la familia” convocado por el Papa Francisco con ocasión del V aniversario de la Amoris Laetitia, nos interpela el papel central de la familia como Iglesia doméstica y la importancia de los lazos comunitarios entre las familias, que hacen de la Iglesia una «familia de familias» (AL 87).
Nos proponemos como objetivos:
- El cuidado de las familias en nuestra acción pastoral.
- Fomentar el cuidado mutuo como una de las virtudes a vivir en el seno de nuestras familias.
- Como agustinos en España nos sentimos interpelados por la promoción de vocaciones en general y a la vida religiosa agustiniana en particular. Estamos convencidos de que Dios sigue llamando. Por eso, descubrimos como desafío prioritario la pastoral vocacional. Nos proponemos como objetivos:
- El cuidado de todos los destinatarios de nuestro apostolado (misión), promoviendo una pastoral del acompañamiento que suscite el discernimiento.
- Promover desde la acción pastoral el cuidado de uno mismo, pues sólo quien se cuida (en todas sus dimensiones, cuerpo, mente y espíritu) puede descubrirse como ser vocacionado.
- Nos interpela la crisis sanitaria, económica y social, y todas sus consecuencias para las personas. Ahora que la sociedad ha puesto en las vacunas una esperanza importante para la salida a esta situación…
Nos proponemos como objetivos:
- Presentar el Evangelio como vacuna, como forma efectiva de cuidar.
- Suscitar esperanza evangélica en quienes no vislumbran luz en el horizonte actual de sus vidas.
- Nos sigue interpelando el desafío de asentar la realidad Provincia de San Juan de Sahagún. Sigue siendo un germen en crecimiento. Nos seguimos proponiendo como objetivos:
- Abrirnos a lo nuevo y cuidando lo esencial, lo que nos da identidad.
- Cuidar las nuevas realidades que surgen.
- Tender puentes para crecer juntos, cuidándonos unos a otros.
Subsidio agustiniano
“Si queréis encontrarla, encontraréis indigencia en muchos siervos de Dios. Pero si no los encontráis, es porque os gusta excusaros con estas palabras: Lo ignorábamos” (Comentario al Salmo 103, 3,10).
¿Por qué razón no iba la Iglesia a obligar a volver a sus hijos perdidos, cuando los hijos perdidos obligaban a otros a perecer?
A algunos no les obligaron, sino que simplemente los engañaron. Pero si aún éstos son atraídos al regazo de la Iglesia por
las leyes terribles y saludables, la piadosa madre los recoge con mayor amor en su seno y se alegra por ellos mucho más que
por aquellos que nunca se habían perdido. ¿Acaso no toca a la diligencia pastoral el devolver al rebaño dominical las ovejas
encontradas, no sólo las que habían sido arrebatadas por la violencia, sino también las que fueron engañadas con suavidad, y
se apartaron del rebaño, y dieron en manos de los extraños, recurriendo, cuando pretenden resistir, al dolor y terror del flagelo? (Carta 185, 223).
Mas, ¿qué quiero, qué anhelo qué deseo, por qué hablo, por qué me siento aquí, por qué vivo? Lo único que me mueve es
que vivamos juntos en Cristo. Esto es todo mi anhelo, mi honor, mi gloria, mi gozo, mi logro. Aunque no me escuchéis, si yo no
callo, salvaré mi alma. Pero no quiero salvarme sin vosotros. (Sermón 17,2)
Lo que puedo decirte con brevedad es esto: Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Y también: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Esta es la frase en la que el Señor, presente en la tierra, sintetizó su doctrina, al decir en el Evangelio: De estos dos preceptos penden la Ley y los Profetas. Progresa, pues, diariamente en este amor, orando y obrando el bien, para que, con la ayuda de Dios, que te lo impuso y donó, se nutra y crezca, hasta que, alcanzada la perfección, te haga perfecto a ti. Esta es, como dice el Apóstol, la caridad difundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha donado. Ella es de la que dice también: La caridad es la plenitud de la ley. Ella es por la que obra la fe, y por eso se dijo: Ni la circuncisión vale nada ni el prepucio, sino la fe, que obra por medio de la caridad. (Carta 189,2)
Cuando estabas enfermo, tu prójimo te llevaba. Ahora que estás sano, lleva tú a tu prójimo. Llevad recíprocamente vuestras cargas y así colmaréis la Ley del Mesías. Así colmarás, oh hombre, lo que te faltaba. Coge, pues, tu camilla. Pero cuando la hayas cogido no te quedes parado, anda. Queriendo al prójimo y teniendo cuidado de tu prójimo, caminas. ¿A dónde caminas sino al Señor Dios, a ese a quien debemos querer con el corazón entero, con el alma entera, con la mente entera? Al Señor todavía no hemos llegado, pero tenemos con nosotros al prójimo. Carga, pues, a ese con quien andas, para que llegues a aquel con quien deseas quedarte. Coge, pues, tu camilla y anda. (Comentario sobre el evangelio de San Juan 17,9)
Quienquiera que sea yo, el obrero que el Señor puso en su campo, a mí me corresponde deciros estas cosas: sembrar, plantar, regar, cavar alrededor de algunos árboles y echarles algún cesto de abono. Me toca a mí hacerlo con fe y a vosotros acogerlo con la misma fe; al Señor toca ayudarme a mí a trabajar, a vosotros a creer y a todos a esforzarnos, pero venciendo en él al mundo (Sermón 101,4)
María, la otra hermana de Lázaro, tomó una libra de perfume de nardo pístico, caro; ungió los pies de Jesús y con sus cabellos enjugó los pies de él, y la casa se llenó con el olor del perfume. Hemos escuchado el hecho; investiguemos el misterio.
Tú, cualquiera que quieres ser una persona fiel, con María unge con perfume caro los pies del Señor. Ese perfume fue la justicia; por eso hubo una libra; además era perfume de nardo pístico, caro. Respecto a lo que asevera, pístico, debemos pensar en algún lugar de donde era este perfume caro; sin embargo, este adjetivo no es ocioso y está óptimamente en armonía con un sacramento. Pístis se llama en griego a la fe. Intentabas poner por obra la justicia: El justo vive de fe. Unge tú los pies de Jesús: viviendo bien, ve en pos de las huellas del Señor.
Enjúgalos con los cabellos: si tienes cosas superfluas, da a los pobres y has enjugado los pies del Señor, pues los cabellos parecen cosas superfluas del cuerpo. Tienes qué hacer con tus cosas superfluas; para ti son superfluas, pero para los pies del Señor son necesarias. Los pies del Señor pasan quizá necesidad en la tierra. En efecto, ¿de quiénes, sino de sus miembros, va a decir al final: «Cuando lo hicisteis a uno de mis mínimos, a mí lo hicisteis? Habéis gastado vuestras cosas superfluas, pero os habéis dedicado a mis pies». (Comentario al evangelio de San Juan 50,6)
Oigamos, pues, a él, que continúa diciendo: Venid a mí todos los que estáis fatigados2. ¿Por qué, pues, nos fatigamos todos sino porque somos hombres mortales, frágiles, débiles, portadores de recipientes de barro3, que recíprocamente se limitan el espacio? Pero si se limitan los espacios de los vasos de carne, dilátense los espacios del amor. (Sermón 69,1)
¿Acaso el amor te permitirá hacer el mal a quien amas? Pero tal vez te limitas a no hacer el mal, sin hacer ningún bien. ¿Es que el amor te permite que no ayudes en lo que puedas a quien amas? ¿No es ése el amor que ora incluso por los enemigos? ¿Y va a abandonar al amigo el que desea el bien a su enemigo? Por tanto, si la fe está sin amor, estará sin obras. No discurras mucho sobre las obras de la fe: añádele la esperanza y el amor, y no andes pensando qué vas a hacer. El amor no puede estar ocioso. ¿Qué es lo que le impulsa a cualquiera a obrar incluso el mal, sino el amor? Muéstrame un amor ocioso e inoperante.
Los crímenes, los adulterios, los delitos, los homicidios, todas las deshonestidades ¿no son obra del amor? Purifica, pues, tu
amor; el agua que fluye hacia la cloaca, condúcela al jardín; el mismo impulso que se tenía hacia el mundo, que vaya orientado al artífice del mundo. ¿Acaso se os dice que no améis nada? De ninguna manera. Seréis perezosos, estaréis muertos, seréis detestables, desgraciados, si no amáis nada. Amad, sí, pero mirad bien lo que amáis. (Comentario al salmo 31,2,5)
En la Iglesia hay dos clases de misericordia: una es tal que no conlleva gasto de dinero ni tampoco fatiga; otra que requiere de nosotros o bien el servicio de la acción o bien gasto de dinero. La que no nos exige ni dinero ni fatiga radica en el alma, y consiste en perdonar a quien te ofendió. Para dar esta limosna tienes el tesoro en tu corazón: en él resuelves el asunto en presencia de Dios. No se te dice: «Saca tu cartera, abre la caja fuerte o el almacén»; ni tampoco: «Ven, camina, corre, apresúrate, intercede, habla, visita, esfuérzate». Sin moverte del sitio, arrojaste de tu corazón lo que tienes contra tu hermano: hiciste una obra de misericordia sin ningún gasto, sin ninguna fatiga, con la sola bondad, con el solo pensamiento misericordioso. Si dijéramos: «Entregad vuestros bienes a los pobres», se nos podría tachar de exigentes. Ciertamente somos blandos e indulgentes, al menos ahora cuando os decimos: «Dad sin perder nada; perdonad para que se os perdone». Pero digamos también esto: Dad, y se os dará. El Señor unió ambas cosas en un solo precepto, mencionando estos dos tipos de misericordia: Perdonad, y seréis perdonados (Sermón 259,4)
Esta es mi amonestación, esta mi exhortación; esto es lo que enseño a Vuestra Caridad en el nombre del Señor: que vuestra fe vaya acompañada del amor, pues podéis tener fe y carecer de amor. No os exhorto a que tengáis fe, sino a que tengáis amor. (Sermón 90,8)
Paz, caridad, con fe. Digamos nosotros: Fe, caridad, paz. Cree, ama, reina. Pues si crees y no amas, aún no has distinguido tu fe de la de aquellos que temblando decían: Sabemos quién eres, el Hijo de Dios. Por lo tanto, ama, porque la caridad acompañada de la fe es la que te conduce a la paz. ¿A qué paz? A la paz verdadera, a la paz plena, a la inquebrantable y segura, donde no habrá calamidad ni enemigo alguno. Esa paz que es el término de todos los buenos deseos. Caridad con fe; y si quieres decir: «Fe con caridad», bien dicho está. (Sermón 168,2)
Aceptad la hospitalidad; por ella alguien llegó a Dios. Recibes al huésped de quien también tú eres compañero de viaje, puesto que todos somos peregrinos. (Sermón 111,4)
Sugerencias de trabajo
Proponemos aquí algunas sugerencias de trabajo para orientar las acciones durante el curso y concretar nuestra opción
preferencial en torno al cuidado:
Para trabajar cada mestre:
- SEPTIEMBRE (ACOGIDA): CUIDA LA ACOGIDA... Poner todo el cuidado (programaciones, convocatorias, acogidas, inicio) al comienzo del curso.
- OCTUBRE (MISIÓN): CUIDA LA MISIÓN… Coincidiendo con este mes misionero, cuidar la misión “ad gentes” de la iglesia y de los agustinos. (Conocerla, quererla, apoyarla).
- NOVIEMBRE (VOCACIÓN): CUIDA LA VOCACIÓN… Dado que solemos celebrar la Semana Agustiniana a lo largo de este mes con motivo del nacimiento de San Agustín, proponemos descubrir y cuidar esa llamada en nosotros y en los demás.
- DICIEMBRE (VENIDA DE JESÚS) CUIDA LA VENIDA DE JESÚS… Se trata de preparar el nacimiento del Señor (adviento) con cuidado: cariño, dedicación, detalles en las celebraciones; cuidado de los necesitados: campañas de Navidad.
- ENERO (PAZ): CUIDA LA JUSTICIA Y LA PAZ… La motivación de la paz, tan presente este mes por el día de la paz y de la no violencia, nos ayuda a plantear nuestra manera de trabajar por la justicia y la paz en el mundo.
- FEBRERO (FRATERNIDAD): CUIDA LA FRATERNIDAD… Cuidarnos los unos a los otros como familia: diálogo, perdón, ayuda mutua + atención cuidada a los necesitados: tiempo, escucha, delicadeza; campañas de solidaridad y “Manos Unidas”.
- MARZO (FORMACIÓN): CUIDA LA FORMACIÓN… La formación es uno de nuestros grandes retos. Hacernos conscientes de la importancia de ella. Motivar y aprovechar el “Encuentro Hipona”.
- ABRIL (RENOVACIÓN PERSONAL): CUIDA LA CONVERSIÓN - RENOVACIÓN… Cuidar la vida personal en lo físico y en lo espiritual; cuaresma - conversión - renovación (Pascua)
- MAYO (MARÍA): CUIDA A MARÍA… Dar un tinte mariano a todas las propuestas que hagamos durante el mes. Cuidar nuestras celebraciones, ofrenda floral, etc. Ejercitar la ternura, la escucha, la delicadeza de la mano de María.
- JUNIO (CASA COMÚN): CUIDAR LA CASA COMÚN… Cuidar la naturaleza, nuestra “casa”; sensibilización ecológica; acciones de desarrollo integral. Tener en cuenta la encíclica Laudato si´(24 de mayo 2015)