Hemos de reivindicar la ternura.
Sobre todo para nosotros, los cristianos.
Hemos de dejar bien sentado que ternura no equivale a 'cursilería'.
Sí, sabemos que hay que aligerar
de muchas canciones y oraciones
toneladas de azúcar y romanticismo
que nada tienen que ver con la ternura,
sentimiento religioso de primer orden.
'Cursilería' es ese empeño del nuevo rico
por aparentar fino y elegante cuando no lo es.
O esa tozudez del basto
por suavizar sus palabras a base de pastelería barata.
La ternura, en cambio, es...
el criterio del amor,
la actitud del afecto,
el lenguaje del cariño,
la puerta del corazón,
el rescoldo del fervor,
el clima de toda compasión.
Con todo, al hablar de ternura,
siempre se tiene miedo de que te tomen por 'cursi'.
Y no: Los Salmos, tan terribles a veces,
están llenos de expresiones bien tiernas,
Y la vida del Maestro, no digamos.
En Betania saben todavía mucho de esto.
Tomemos una vez más la Biblia.
Recorramos sus textos.
Y también los litúrgicos.
Nos asombraremos ante expresiones de soberana ternura:
"Guárdanos, Señor, como a las niñas de tus ojos...
A la sombra de tus alas, protégenos..."
¿O es que todo esto sigue teniéndolo alguien por 'cursilería'?
José Luis Ortega