Nos has hecho para ti, Señor,
y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti.
Haz que te busque, Señor, invocándote
y que te invoque creyendo en ti.
Yo no existiría en absoluto, si tú no estuvieras en mí,
o mejor, yo no existiría si no estuviera en ti.
Dile a mi alma: Yo soy tu salvación.
Y dilo de tal modo que yo lo oiga.
Señor, ahí tienes, en tu presencia,
los oídos de mi corazón.
Ábrelos y dile a mi alma: Yo soy tu salvación.
Yo saldré disparado tras esta voz y te alcanzaré.
Autor: San Agustín