Reflexión agustiniana

Escrito el 24/07/2021
Agustinos


“Rechaza el pecado y acoge al pecador”

El domingo después de comer releía con detenimiento un artículo del periódico. Me había sorprendido la acusación de doble moral que el periodista hacia a la Iglesia por “atacar a los gais en público” y “acogerlos en privado”.

Vivimos tiempos de crisis por la mudanza cultural, tecnológica y también de los valores morales que han guiado nuestras vidas. En situaciones así corremos el riesgo de acentuar nuestro individualismo y gritar “¡sálvese quien pueda!”.

Centrados en los intereses particulares y guiados más por el instinto de supervivencia que por la razón del bien común, se pierde el sentido de la vida y el valor de la persona humana.

Nuestras relaciones sociales están mediadas por la emisión y recepción de cortos mensajes dirigidos a estimular las emociones y la acción inmediata, dejando en un segundo lugar el filtro sereno de la razón. Dedicamos poco tiempo a la reflexión y mucho al disfrute de sensaciones; poco al diálogo sosegado y reflexivo y más a la acalorada discusión que intenta imponer nuestro punto de vista en lugar de buscar juntos la Verdad. Dice San Agustín en su Comentario a los salmos 103, II, 11: “Que la verdad no sea ni tuya ni mía, para que sea tuya y mía.”

Para defender a la Iglesia de acusación de doble moral, buscamos luz en las palabras de San Agustín que animaba a su pueblo a mantener la misericordia: “No se debe insensibilizar la misericordia de tus entrañas, porque se te acerca un hombre pecador. Cuando digo que acude un hombre pecador, estoy usando dos nombres, y estos dos nombres no son superfluos: uno hombre y el otro pecador. En cuanto hombre es obra de Dios; el ser pecador es obra del hombre; acoge a la obra de Dios y no a la obra del hombre.” (Comentario a los salmos 102, 13).

Nos dice en este texto cómo debe ser nuestra actitud y que el pueblo ha recogido en la sentencia “Rechaza el pecado y acoge al pecador”.

Siempre debemos acoger y amar a nuestros semejantes porque somos obra de Dios: libres, valiosos y dignos, independientemente de ideas o acciones. Esto no significa aceptar como buenos sus pensamientos o acciones. También Dios siempre está dispuesto a acoger a su criatura y a perdonar su falta de agradecimiento y de amor, su pecado.

Vivir en sociedad supone la búsqueda del bien común y para ello debemos educar nuestra libertad. Libertad que consiste en sobreponerse a las emociones e instintos naturales ordenándolos al bien común y que a la postre es también el bien propio. Dejarse llevar de instintos y emociones dándoles categoría de derechos inalienables, no solo dañan la comunidad humana sino también a la misma persona.

La misión de la Iglesia es mostrar el amor de Dios en la acogida y acompañamiento de las personas, sin renunciar a los valores del Evangelio. Acompañamiento que se hace sobre todo en la oración, porque no somos las personas solas las que trasforman la realidad: Solo Quien todo lo hizo, “puede hacer nuevas todas las cosas“(Ap 21,5). Solo Dios puede darnos “un corazón nuevo” e infundirnos “un espíritu nuevo” (Ez 36,26) con el que podamos cumplir su voluntad. Nuestra tarea en la vida es acoger la gracia de Dios que nos libere de la esclavitud de la naturaleza.

Pedro L. Morais, OSA