Domingo con San Agustín

Escrito el 29/08/2021
Agustinos


Domingo XXII T.O. 29 de agosto de 2021

Marcos 7, 1-8. 14-15. 21-23

San Agustín al comentar el evangelio de este domingo nos advierte que hay que tener cuidado con lo que decimos porque habla de lo que tenemos en el corazón, pero también cuando pensamos porque también sale del mismo lugar. Que nuestra boca y nuestro corazón son escuchados por Dios. 

“Únicamente hace inmundo al hombre lo que sale de la boca, y al oír esto en el evangelio lo entendemos de la boca corporal, es un absurdo y una gran necedad pensar que no se hace inmundo el hombre cuando come y sí cuando vomita, pues el Señor dice: No mancha lo que entra en la boca, sino lo que sale. ¿Cuándo comes no te haces inmundo, y sí cuando provocas? ¿Cuándo bebes no eres inmundo, y así cuando escupes? Pues, cuando escupes, sale algo de tu boca, y, cuando bebes, entra algo en ella. ¿Qué quiso dar a entender el Señor cuando dijo: No mancha lo que entra en la boca, sino lo que sale? A continuación, en el mismo lugar declaró otro evangelista cuáles son las cosas que salen de la boca, para que entendiésemos que no se trata de la boca del cuerpo, sino de la del corazón, pues escribe: Del corazón salen los malos pensamientos, las fornicaciones, los homicidios, las blasfemias; éstas son las cosas que manchan al hombre; pero el comer sin lavarse las manos no mancha al hombre. ¿Cómo salen de la boca estas cosas, hermanos míos, si no es porque salen del corazón, conforme lo afirma el Señor? Por tanto, nadie diga que, cuando pronunciamos cosas malas, nos contaminan. Nadie diga que, cuando hablamos, salen de nuestra boca, ya que las palabras y las voces proceden de nuestra boca; y, por tanto, cuando pronunciamos cosas malas, nos contaminamos. Pues ¿qué acontece si alguno no habla, y, sin embargo, piensa cosas malas? ¿Por ventura está limpio, porque no salió nada de su boca corpórea?

Sin duda conocemos y debemos saber y retener que el corazón tiene boca y lengua. La boca se llena de gozo, y con ella interiormente rogamos a Dios cuando están los labios cerrados y la conciencia patente. Hay silencio; grita el corazón. Pero ¿a qué oídos? No a los del hombre, sino a los de Dios. Estate tranquilo; oye el que se compadece. Por el contrario, cuando ningún hombre oye las cosas malas, si proceden de tu boca interior, no te juzgues seguro, porque oye el que condena. Susana no fue oída por los jueces inicuos; callaba y oraba. No oían sus palabras los hombres; su corazón clamaba a Dios. ¿Acaso porque no profirió palabra alguna sensible no mereció ser oída? Fue oída; cuando rogó, ningún hombre lo supo. Luego, hermanos, pensad lo que tenéis en la boca interior. Recapacitad para que no profiráis interiormente algún mal y no lo perpetréis fuera, pues nada puede hacer externamente el hombre sin haberlo dicho antes en su interior. Guarda la boca de tu corazón del mal y serás inocente. Inocente será la lengua de tu cuerpo, inocentes serán las manos; también serán inocentes los pies, serán inocentes los ojos, inocentes serán los oídos; todos tus miembros servirán a la justicia si el Emperador justo posee el corazón.”

Comentario al salmo 125, 7-8