Reflexión agustiniana

Escrito el 20/04/2024
Agustinos


La paz

Que el tema de la paz está de moda es algo evidente pero nos tememos que esté de moda porque la realidad de la guerra no cesa en nuestro mundo, y eso sería más preocupante. Ojalá que algún día los humanos seamos capaces de construir el museo de la guerra porque eso significaría que reinaría la paz y sólo conoceríamos la guerra por los museos. Pero la paz no sólo se refiere a ese aspecto más llamativo, es una realidad poliédrica y englobante. Nosotros sólo pretendemos presentar las grandes líneas del pensamiento agustiniano sobre la paz. ¿Qué es la paz? Es el resultado del orden, que Agustín la define como la "tranquilidad del alma". La paz es ausencia de conflictos, sí, pero la paz, al igual que el orden, está considerada por Agustín en su dimensión personal y en su dimensión social.

      La paz de un hombre es perfecta únicamente cuando el amor de la persona está bien ordenado y posee todo cuanto desea: “La voz de Dios, que es paz, llama a la paz. Ea, dice, cualesquiera de vosotros que aún no tenéis paz, amad la paz. ¿Qué cosa mejor podéis hallar en mí que la paz? ¿Qué es la paz? (Se dice que hay paz) allí en donde no hay guerra. ¿Qué significa allí en donde no hay guerra? Donde no hay contradicción, donde nada se opone, donde nada hay adverso. Ved si ya nos encontramos en este estado… ¿Quién no ha de desear aquella ciudad de donde no sale el amigo y adonde no entra el enemigo; en donde no hay tentador, alborotador ni intrigante que divida al pueblo de Dios; en donde no hay quien atormente a la Iglesia ejerciendo el oficio de diablo, cuando el mismo príncipe de estos sediciosos sea arrojado al fuego eterno y con él también todos sus compinches, de donde no podrán jamás salir? Luego tendrán paz perfecta los hijos de Dios, amándose mutuamente, viéndose llenos de Dios, cuando Dios sea todas las cosas en todos. Dios será nuestro común espectáculo. Poseeremos a Dios en común; poseeremos a Dios en paz mutua. Todo lo que ahora se nos da, será sustituido por Él mismo. Él será la perfecta y absoluta paz” (Comentario al salmo 84, 10)

      Sin duda la paz, que es uno de los valores más grandes que existe, es también uno de los conceptos centrales del pensamiento de Agustín y un aspecto muy trabajado por él y es que es un gran bien anhelado por todos, deseado por todos, querido por todos: “¡Qué gran bien es amar la paz! Es decir, el poseerla. ¿Quién no quiere que aumente lo que ama? Si quieres estar en paz con unos pocos, pequeña será tu paz. Si quieres que crezca esta posesión, añádele posesores... Ama la paz en el mismo lugar en que te encuentras, y tendrás lo que amas. Es algo propio del corazón, y no la comunicas con tus amigos como les das el pan. En efecto, si quieres repartirles el pan, cuanto más son aquéllos a quienes se les da, tanto más disminuye lo que se reparte. Pero la paz es semejante a aquel pan que se multiplicaba en las manos de los discípulos del Señor cuando ellos lo partían y repartían” (Sermón 357, 2).

Pero ¿por qué es tan importante la paz? Su importancia se descubre cuando nos fijamos en nuestra realidad, no hay nada sobre lo que hablemos tanto, que deseemos más, que acojamos con más satisfacción como la paz: “Podemos concluir que nuestros supremos bienes consisten en la paz… Tan estimable es la paz, que incluso en las realidades terrenas y transitorias normalmente nada suena con un nombre más deleitoso, nada atrae con fuerza más irresistible; nada, en fin, mejor se puede descubrir. Voy a hablar con cierto detenimiento de este tesoro que es la paz. Estoy seguro de que no me haré pesado a los lectores: lo pide el fin de esta ciudad de la que estamos tratando; lo pide aquello mismo que a todos nos es tan grato: la propia dulcedumbre de la paz” (La ciudad de Dios 19, 11).

Cuando la paz es el objeto principal de búsqueda de una persona, cuando se pretende su posesión, ese tal no tiene codicia ni envidia ya que la paz es uno de esos bienes que se comparte sin que disminuya en cada uno: “Lo que amas es tal que no sientes envidia de que otro lo posea contigo. Posee contigo la paz y no reduce tu posesión. Si amas cualquier cosa terrena, es difícil que no envidies a quien la posea…  Ama la paz, ten la paz, posee la paz, conquista a cuantos puedas para que posean la paz; será tanto más espaciosa cuantos más sean los posesores. Una casa terrena no admite muchos moradores: la posesión de la paz crece con el multiplicarse de los mismos” (Sermón 357, 1).

Santiago Sierra, OSA