¡Hola, qué tal, cómo estás!
Comenzamos la última semana del tiempo pascual, pues el domingo que viene ya es Pentecostés ¡Aleluya!
Os cuento que ayer estuve leyendo cómo el papa Francisco había tenido bastante oposición por parte de algunos miembros de la Iglesia. No estaban de acuerdo con las cosas que decía, que hacía y, esto, le causaba sufrimiento, pero él era fuerte de espíritu y corazón.
También he leído a un teólogo austríaco opinar que “un papa que sólo tiene amigos y ningún enemigo ha fracasado en su cargo. Un papa no puede agradar a todo el mundo. Los papas que no son proféticos pueden recibir el aplauso de todos, pero, en el fondo, no están cumpliendo con su ministerio". ¿Qué os parece lo que señala este teólogo?
Ser discípulo, seguidor de Jesús, no es nada fácil para aquel que se lo quiera tomar en serio. Y, el primero que se lo toma en serio es el papa. De ahí que, con el cargo, también le llegue la carga.
Sí, la carga de las dificultades, los sinsabores, las cruces que tiene que tomar sobre sus espaldas y que provienen del mundo, pero también de algunos miembros de la Iglesia. San Agustín dice:
“Pero ¿qué significa “tomar la propia cruz”? Soportar pacientemente todo lo que crea dificultades: de este modo se me debe seguir. Realmente, cuando me sigan, imitando mi actuar y observando mis mandatos, tendrán en contra a mucha gente que buscará disuadirlos y serán las mismas personas que se llaman seguidores de Cristo”.
(Sermones 96, 4)
Oración:
“Señor, mi Dios, qué abismo tu profundo secreto, y de qué forma me han arrojado lejos las consecuencias de mis pecados”.
(Confesiones 11,31)