Beata Elena de Údine. 23 de abril

Agustinos


23 de abril

Beata Elena de Údine

¿Qué significa ser agustina secular? La Orden de San Agustín está formada por “Los hermanos, profesos y novicios…las monjas agustinas de vida contemplativa, pertenecientes a monasterios de la Orden, los fieles laicos adscritos a fraternidades seculares agustinianas, legítimamente erigidas por un decreto del Prior General” (Constituciones OSA, 40).  También se puede ser agustino o agustina sin dejar de ser laico – casado o no –, y la única condición es entrar a formar parte de una fraternidad secular. 

Elena Valentini nació en Údine – bella ciudad de ambiente prealpino –, en torno a 1396. Se unió en matrimonio con el aristócrata Antonio Cavalcanti hacia 1414 y fueron padres de seis hijos. Después de enviudar en 1441 y asegurado el porvenir de sus hijos, decidió profesar terciaria agustina movida por la palabra vibrante del agustino Ángel de San Severino que la animó a entregarse al ejercicio de la caridad con los necesitados. Como laica agustina llevó la austeridad y la penitencia hasta el extremo, cambiando de forma esencial su anterior forma de vida.

A pesar de su empeño por identificarse con la pasión de Jesucristo, no le faltaron crisis y momentos de turbación personal que sirvieron para poner a prueba su fortaleza y la hondura de sus convicciones. Quiso imitar a Jesucristo y toda mortificación le parecía insuficiente. Soportó pacientemente una dolorosa enfermedad de huesos que le obligó a   estar postrada en cama los tres últimos años de su vida. Así esperó paciente y serenamente la visita de la muerte que se produjo el 23 de abril de 1458.  La lectura del Evangelio, la contemplación y el silencio ocupaban su jornada diaria. Amaba de corazón a la Orden. Se distinguió por un gran espíritu de mortificación, obediencia, humildad, la devoción a la pasión del Señor, el amor a la Eucaristía y por la entrega al prójimo.

Fue sepultada, inicialmente, en el rincón de la iglesia de santa Lucía donde en vida solía retirarse en el pequeño “oratorio” de madera que había hecho construir para vivir alejada de la admiración y de la curiosidad de los fieles.        

Finalmente, después de distintos traslados, sus restos mortales fueron colocados en la catedral de Údine, donde, desde 1845, están expuestos a la veneración de los fieles.

El beato Pío IX – el papa que en diciembre de 1870 declaró a san José patrono de la Iglesia universal – confirmó el culto público de Elena Valentini de Údine en 1848.