Beato Mariano de la Mata.

Agustinos


5 de noviembre

Betao Mariano de la Mata

El beato Mariano nació en una sencilla familia cristiana de Barrio de la Puebla de Valdavia (Palencia), el año 1905. Sus padres – Manuel y Martina – tuvieron diez hijos, tres de ellos ingresaron antes que Mariano en la Orden de San Agustín.

Terminados los estudios en los seminarios agustinianos de Valladolid y La Vid (Burgos), recibió el sacramento del orden sacerdotal. Muy pronto embarcó a Brasil donde desplegó un amplio trabajo apostólico en el campo de la educación y de la acción social. Cuidaba flores y coleccionaba sellos, pero su cuidado mayor eran los niños y su colección más valiosa los pobres que atendía diariamente.

Devoto fervoroso de María, amigo y servidor de los indigentes, enamorado de su sacerdocio. Con su presencia y palabra de esperanza confortó a los enfermos y menesterosos. Incansable en el trabajo, que es una forma elocuente de ser pobre.

El P. Mariano fue un santo de lo cotidiano. De carácter firme, pero generoso y sensible. Amable y cercano en la relación personal. Devoto fervoroso de María, amigo y servidor de los pobres, enamorado de su sacerdocio y del ministerio sacerdotal. Mensajero del amor confor­tando con su presencia y palabra de esperanza a los enfermos. Amante de la Eucaristía que celebraba con singular recogimiento.

Recibió la sagrada comunión el día de Jueves Santo de 1983. Murió el 5 de abril de 1983.  Muy querido durante su vida, fue venerado después de su muerte.

La catedral de San Pablo, en Brasil, fue escenario de su beatificación el 5 de noviembre de 2006, presidida por el Cardenal José Saraiva Martins, Prefecto de la Congregación para los santos, por delegación del papa Benedicto XVI. El Cardenal  Saraiva Martins presentó al nuevo beato diciendo: “El padre Mariano fue pobre con los pobres, humilde con los niños y sensible con los enfermos y los ancianos, traba­jador con los alumnos, los fieles y la asociación de las Oficinas de Santa Rita, misericordioso con los penitentes, puro de corazón, pacífico en la comunidad de los religiosos agustinos y en su familia, superando las dificultades con la oración y el sacrificio, dirigiéndose constantemente a la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación, hasta el momento en que dejó esta vida”.

Sus restos descansan al lado del altar de su querida Virgen de la Con­solación, en la Parroquia San Agustín de San Pablo, desde el 16 de diciembre de 1997.