Beato Avelino Rodríguez y compañeros mártires. 6 de noviembre

Agustinos


6 de noviembre

Betao Avelino Rodríguez y compañeros mártires

Prácticamente en todos los institutos religiosos surgieron mártires con ocasión de la contienda española de1936 a 1939. Hoy recordamos a hermanos agustinos de El Escorial (Madrid), Uclés (Cuenca), Gijón (Asturias). Santander, Málaga y Caudete (Albacete). Es una página de heroísmo y de gloria para la Iglesia y para la Orden de San Agustín en España, que nos invita a un doble compromiso: vivir la fe con autenticidad y ser, en todo momento, constructores de la paz.

Obispos, sacerdotes, religiosos y laicos murieron confesando la fe cristiana. En las filas agustinianas destaca el obispo Polanco, beatificado el 1 de octubre de 1995, y los procesos de cinco grupos que fueron aprobados por el papa Juan Pablo II el 11 de marzo de 2005. El grupo más numeroso, compuesto por 65 religiosos del Monasterio de El Escorial, lo encabeza el P. Avelino Rodríguez y el P. Mariano Revilla, Asistente general. Un segundo grupo, de diez miembros del Seminario de Uclés (Cuenca), el tercero formado por nueve religiosos de Gijón (Asturias) y de Santander. Los otros dos, uno con cuatro de la comunidad de Málaga y el último con diez de los residentes en la enfermería de Caudete (Albacete). La fría estadística no puede olvidar la generosa entrega de religiosos agustinos de las edades más diversas y comprometidos con empeños pastorales también diferentes. Es una pá­gina de dolor, de sangre martirial y de gloria para la Iglesia y para la Orden de San Agustín.

Se unificaron en una causa única el 27 de abril de 1990 y fueron beatificados, junto a otro grupo de mártires españoles, el 28 de octubre de 2007 en la Plaza de San Pedro por el Cardenal Prefecto de la Con­gregación para la Causa de los Santos, José Saraiva Martins, en repre­sentación del Papa Benedicto XVI.

Con ocasión de La beatificación de 498 mártires, los obispos españoles escribieron: “Los mártires están por encima de las trágicas circunstancias que los han llevado a la muerte…Con su beatificación se trata, ante todo, de glorificar a Dios por la fe que vence al mundo (cf. 1 Jn 5, 4) y que trasciende las oscuridades de la historia y las culpas de los hombres… Ellos han dado gloria a Dios con su vida y con su muerte y se convierten para todos nosotros en signos de amor, de perdón y de paz”.