Beata Cristina de Spoleto

Agustinos


Beata Cristina de Spoleto

La historia sitúa a Cristina en el siglo XV. Después de haber enviudado dos veces, se produjo un giro importante en su vida: A partir del año 1450 decidió cambiar de vida y de nombre de cuna por el de Cristina y se consagró a Dios como agustina secular. Ocupó sus días en la práctica de la penitencia, la oración y las obras de caridad. Murió a edad temprana con fama de santa, y su cuerpo fue sepultado en la iglesia de san Nicolás de Spoleto – en la provincia de Perugia – regida enton­ces por los agustinos.

Habitó varios conventos como agustina secular, pero no permane­ció mucho tiempo en ninguno para huir de toda popularidad y vivir en el olvido más absoluto, dedicada a la penitencia, la oración y las obras de misericordia con los necesitados. En 1457, deseosa de visitar los luga­res santos de Asís, Roma y el Santo Sepulcro, comenzó una peregrina­ción. En compañía de otra agustina secular llegó a Spoleto – en la provincia de Perugia (región de Umbría), en las estribaciones de los Apeninos –, donde permaneció hasta el final de sus días, dedicándose a la asisten­cia de los enfermos en el hospital de la ciudad. El 13 de febrero de 1458 – quizá sin haber llegado a los treinta años – entregó su alma al Señor, con gran fama de santidad.

En ocasiones, viajar al pasado es perderse por caminos enrevesados en los que se cruzan nombres y fechas difíciles de contrastar. Dicen algunos que perteneció a la familia de los Visconti de Milán, otros la consideran emparentada con los Semenzi de Calvisano, no distante de Brescia. Se conoce a ciencia cierta que era una jo­ven físicamente agraciada y parece que contrajo dos veces matrimonio por haber enviudado de su primer esposo. ¿Fue una convertida? Tam­bién la respuesta es imprecisa. Buscó voluntariamente el olvido y lo logró hasta el punto de no contar con datos exactos sobre su biografía. 

Su cuerpo fue sepultado por cuenta del ayuntamiento de Spoleto en la iglesia de san Nicolás. Nume­rosas gracias y milagros atribuidos a su intercesión contribuyeron a di­fundir el culto surgido inmediatamente después de su muerte, que Gre­gorio XVI ratificó en 1834 proclamándola beata. Destaca en su vida su deseo constante de conversión.